miércoles, abril 21, 2010

EL MISTERIO R.S.

Anoche, en plena madrugada, estuve en un karaoke. Sí, suena raro, pero ahí estuve. Ya saben cómo son: nadie se toma muy en serio las cosas y las canciones son maltratadas de una manera asombrosa. Siempre me pareció muy raro ese berretín de ir a cantar como si uno estuviera en una ducha, sin importar mucho nada, mirando a la mesa en donde están los amigos y el público restante tiene que soportar las extraordinarias desafinaciones.
Alguien me dijo: “Subí a cantar” y supuse que podría hacerlo sin mucha dificultad, así que redoblé la apuesta; tenía que cantar algo muy distinto a lo que hago generalmente, así que pedí un tema de Sandro y me obligué a cantarlo muy en serio.
Canté “Porque yo te amo”. Nunca había cantado algo de Sánchez en público y, aunque siempre lo había sospechado, fue en ese momento, mientras usaba la luz del proyector de la letra como luz de seguidor, cuando me di cuenta de la importancia de Sandro como intérprete y como compositor. El resultado fue óptimo y no por mi capacidad escénica, si no porque la canción es buena. Si uno se toma el trabajo de olvidarse que está en un karaoke y no le teme al público (y no le da la espalda como hace casi todo el mundo), la canción te lleva adonde querés ir sin mucho problema, y el público deja su conversación en la mesa y se concentra en el escenario. Eso es virtud del autor y nada más que del autor.

No se sabe hasta dónde el tema fue compuesto por Sánchez y por Anderle (quién puso cada frase o cada acorde), pero evidentemente han hecho un gran trabajo.

Pero falta algo más, un plus…

En eso pensaba cuando volví a casa: en el misterio de Sandro. Tomemos la canción como parámetro; aunque buena, no es muy compleja, seis acordes como mucho. La letra es bien descriptiva y bastante directa, no presenta muchos problemas. Pero funciona, quizás por su estructura dramática, su cadencia que arrastra a la siguiente frase y porque tiene gancho. ¿Pero el plus? Es que lo cantaba Sandro y todo lo convertía en una especie de obra de teatro genial. La canción está pegada a Sandro y Sandro a la canción. Como Gardel. ¿Alguien se imagina a Gardel en camiseta jugando al fútbol?
El secreto de esos genios de la interpretación y composición, aparte del talento (obviemos eso porque lo damos por entendido) es el misterio. Gardel y su novia eterna. Sandro y la pared en Banfield. Eran perfectos fantasmas que existían arriba del escenario y cada tanto alguien decía haberlos visto en algún lado (lo cual acrecentaba el mito: “lo vi a Gardel jugando a los naipes en Los Inmortales” o esas historias en donde Roberto Sánchez iba al chapista en Puente Alsina y la gente dudaba si era él o no).

Entonces cuando uno canta una canción de Sandro, o de Gardel (ya que lo hemos traído a la conversación, pero en este caso es Sandro), no se escucha sólo la canción, se escucha todo: el mito, el misterio, la pared en Banfield, el chapista de Puente Alsina, el carisma, el talento compositivo, el extraordinario y brillante dominio escénico, la bata roja, el whisky, el cigarrillo, el no cigarrillo y todo lo que uno supone y no sabe.

Eso lo entendí anoche mientras cantaba su canción y la responsabilidad se hacía mayor porque la gente guardaba silencio y miraba con atención. Ahí supe que Sandro es grande. Muy grande, y que su música hay que tratarla con mucho respeto.

1 comentario:

Don Ofrio dijo...

Quisiera llevarle la contra como siempre, pero hoy no puedo.

Aunque... vamos, fue a un karaoke? cada dia menos serio lo suyo señor.

Sin embargo, aunque le embargo lo del karaoke, que genialidad la de roberto.
Adios muchacho, adios!