domingo, abril 11, 2010

MI ABUELA

Mi abuela Olga se ha muerto en mis brazos.
Muchísimas veces me pregunté cómo sería ese día; creo que cuando alguien muere todo lo que uno puede prever es inútil. Tal vez, a lo sumo, se puede estar más o menos preparado, pero una muerte es algo que, aun sabiendo que es una posibilidad, se convierte en un descalabro.

Mi abuela no ha sido sólo mi abuela. Fue mi madre. De hecho, viví hasta su último día con ella y pasé más años con ella que con mis padres reales. Fue mi abuela quien me crió y quien se ha preocupado hasta último momento por todas mis cosas. Tuve la suerte de verla lúcida hasta el final y por suerte no ha pasado por internaciones ni nada por el estilo. Simplemente no se sentía bien, la agarré de las manos y se murió. Quizás hubiera tenido tiempo en esos minutos de llamar a un médico; recién cuando se desvaneció le pedí a mi hermano menor Octavio (que fue su última alegría) que llamara a la ambulancia mientras yo intentaba las maniobras de resucitación. Hoy, casi una semana después, sé que aunque los médicos hubieran llegado diez minutos antes, no se hubiera salvado. Llegué a decirle “llamo a un médico” y me miró como diciendo “no tiene sentido”. Ella sabía bien que no había salida.

En ese momento uno reacciona como puede. Quizás no me falla la intuición cuando pienso que podría haber hecho más, pero hice lo que tuve que hacer. Sólo cuando llegaron los médicos pude quebrarme del todo y ahí perdí noción del tiempo. No sé qué hora era, ni cuánto tiempo estuvieron; ni siquiera recordaba que me habían tomado los datos. Mi hermano fue el que me puso en contacto con la realidad y me dijo todo lo que había pasado.
Cuando un familiar muy querido muere, siente culpa. Quiero decir: no sólo pudo hacer más antes, si no siempre. En mi caso he sido un pésimo nieto. Podría haberle dado muchísimo más. Me consuela saber que esa noche hablamos algunas cosas bastante graciosas y que estaba contenta. Me consuela también saber que no se murió sola, que estuvimos con ella.

Mi abuela fue una mujer increíble. Una persona muy inteligente y ética. Alguna vez le agradecí algo de mi conducta: sé que soy un mal tipo, pero si llego a tener alguna virtud, algo que me haga mejor persona, es gracias a ella, que me tuvo confianza y cariño, y a nadie más.
Una de las cosas con las que siempre me perseguía es con que se puede hacer todo. Ella misma tuvo que dejar a buena parte de su familia para poder estudiar (antes, que una mujer tuviera una carrera era algo muy mal visto). Pero lo hizo y terminó siendo una de las imbatibles médicas del equipo del doctor Florencio Escardó. No contenta con eso, fue Directora de Salud de la Secretaría de Educación durante la presidencia de Arturo Frondizi; y después trabajó hasta que la jubilaron de oficio. Creo que su mayor trabajo fue criarnos a nosotros. Hizo todo y más. No nos dejó solos nunca.

Hace unos días le pregunté por qué ya no se interesaba tanto por la medicina y me dijo “No es que no me interese; veo a los chicos con sus problemas y me frustra no poder hacer nada”. Dios sabrá a cuántos niños salvó.
Tuve mucha, demasiada suerte de haber podido vivir con ella toda mi vida. Fue toda una escuela. Incluso siempre estaba a la vanguardia: me había pedido que le comprara un teléfono celular y le pregunté si podría manejarlo; se echó a reír. Claro que podía manejarlo. Lástima que no pude comprárselo a tiempo. Le gustaba mucho el rock (nunca supe por qué), y las series policiales
Mi abuela fue la mejor persona que conocí y a ella le debo todo. A veces le decía “¿Vos te das cuenta? Mis ex novias y amigas me llaman para ver cómo estás vos; nunca para saber si estoy bien o si me hace falta algo. Lo único que preguntan es ‘¿cómo está Olguita?’”. Cada vez que le decía eso (que era completamente cierto), se mataba de risa. Todos la queríamos muchísimo.
Mientras escribo esto no siento ganas de llorar; claro que la extraño, pero me siento fuerte. Quizás ella me enseñó a ser así, porque era súper fuerte, y a la vez sensible y generosa (para aguantarme a mí tantos años hay que ser una persona muy, muy generosa y paciente).

Una vez me contó que Duke Ellington, después de comer en su casa, le había robado una estatua cuando ella vivía Tucumán (era de allí, pero estudió en Córdoba y luego vivió otra vez en Tucumán y Buenos Aires, hasta venirse a Buenos Aires del todo). Pensé que era un chiste o algo así; a los días confirmé que esa historia era completamente cierta y hasta figura en la biografía de Ellington. En verdad tuvo que regalársela porque a Ellington le encantaba (una escultura de madera, de dos figuras, en una sola pieza), pero abuela lo decía de una manera tan graciosa que daba a entender que entre eso y un robo no había diferencia.

El sábado pasado habíamos visto “Good bye Lennin” y le gustó mucho. Fue medio premonitoria. Más le gustó “El mismo amor, la misma lluvia” que la vimos hace dos semanas.

Abuela vivió como quiso y todo lo hizo muy bien. Ojalá cuando yo me muera llegue a ser la mitad de persona que ella; con eso estoy más que satisfecho. Le prometí muchas cosas en vida; las estoy empezando a cumplir. Me apena muchísimo que no llegue a ver lo que voy a hacer.
En todo lo que hago me ha apoyado, me escuchó mucho y me pidió que llevé adelante algunas cosas. Así será.

Ahora, con los días, voy confirmando que la muerte es injusta pero inevitable, y que esa soledad es sólo justificada por los recuerdos y por todo lo que uno aprende de los que se van. Y aunque creo que siempre queda algo por decir, sé que le dije muchísimas cosas a tiempo. No hubo una sola noche en la que no le agradeciera ni que le dijera que la quería y mucho (mientras le daba sus dos o tres caramelos de miel, que era su golosina favorita). Aunque en la balanza creo que le fallé, quizás algún acierto tuve. Espero que haya sido así.

No puedo más que agradecerle a mi abuela Olga por todo. Ella vio en este tipo opaco que soy alguna cosa más y le sacó brillo. Insisto: si algo tengo de bueno, se lo debo a ella.
Por eso, cuando alguien piense que soy un nene de mamá, puedo decir con mucho orgullo que se equivoca: soy un hombre de mi abuela.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Marce, me puso muy triste leer esto. Lo siento mucho. Te abrazo con toda mi fuerza. Sé que es duro... pero dijiste tantas cosas buenas de y sobre tu abuela que también queda un sabor dulce al leerte.
Creo que cada uno sabe si falló en algo, si faltó algo pero sos un hombre hermoso por escribir esto y una abuela o madre se siente orgullosa si somos transparentes, claros... (Me lo decía MÍ Olga)

Quizás me desubique al escribirte, pero quería hacerte saber que estoy con vos, como lo estuviste muchas veces conmigo.

Te quiero mucho.

Fer.

Marce D´Onofrio dijo...

Muchísimas gracias, Fer. Te lo agradezco muchísimo.
Me sigue poniendo contento ver cómo mis amistades más queridas están ahí diciéndome todo tipo de cosas lindas.
¿¡Cómo vas a pensar que te desubicás!? Al contrario, es un mensaje que expresa cariño y yo no sé qué habré hecho más o menos bien para sentirme tan querido últimamente.

También te quiero, Fer.

Gracias por estar aquí compartiendo esto conmigo.

Lucho dijo...

marce, si bien ya hablamos por msn, leo estas anecdotas super emotivas, y me es inevitable como amigo darte mi apoyo, para lo que necesites.

Tuve la suerte de conocerla, una persona muy simpatica, siempre la vi con una sonrisa, muy atenta, capaz que estabamos hablando de musica, y venia a traernos algo para refrescarnos, y me imagino lo que significo para vos, pero como dijiste la muerte es inevitable, pero uno no esta preparado para ella, en este caso hablaoms de una persona que te dejo puntos muy altos y positivos, asi que, es bueno recordarla con anecdotas y enseñanzas, como ya te dije por msn, considero que es un hasta luego, ya que con la muerte no termina todo ahi, un dia van a volver a estar juntos.

un abrazo

Lucho E.

Adriana Menendez dijo...

brindo por Olga. un abrazo enorme

B dijo...

tuve la gracia de conocerla y pasar tiempo con ella, te juzgás mal: ella te veía como sos y no por nada me decía lo bueno que eras. Ella en esta tierra ha sido un ser como un sol, que nunca jamás ni aún en la casa ha dejado de brillar, un alma totalmente extraordinaria y singular.
Sí, lamentablemente para nosotros (obvio que vos ante todos) se fue, nos dejó en este plano, a todos nos llegará, pero es un ser "irreprochable": un regalo que te ha dado Dios toda esta vida, y sé que su estela te cubrirá siempre y te seguirá iluminando.
Un abrazo grande y brindo por esa inmensa e indescriptible mujer!

Marce D´Onofrio dijo...

Miles de gracias a todos, Lucho, Adriana y Blanc. Los abrazo a todos por el cariño.
Gracias.

Anónimo dijo...

me mataste
Olga, que divina.