domingo, agosto 31, 2008

EL SUEÑO DE BORGES

Seguramente ya han visto esta entrevista. Aquí el revelador final del sueño de Borges y su recomendación acerca del olvido hacia su obra. Si aun no la vieron, está en you tube. Y si la vieron, siempre es bueno escuchar la voz del mejor escritor del mundo.

viernes, agosto 29, 2008

PENNY LANE

Esto es de verdad:

Todos los días recibo correo de amigos y de gente querida, pero este mail que acabo de abrir, con el asunto "holahola cocacola" me superó:

"Hola nene, perdí el celular y la cabeza. llamame.
grabame mi canción
beso.
rosa"

Rosa no es otra que mi amiga Rocío (bautizada por mí como Rosa, o Fortabat). Rocío es la auténtica Penny Lane de Almost Famous. Tenemos la misma edad (que no decimos jamás), pero sí recuerdo este detalle: la conocí a los quince años y le tenía terror. Muchas veces nos hacemos pasar por primos. Otras veces la presento como mi hermana, y eso lo hago porque la siento de esa manera.

Por eso contaré esta anécdota:
Durante algún tiempo no nos habíamos visto. Quizás algunos años. Un día me desperté muy angustiado y acelerado, diciendo "Rocío se muere".
Por algunas razones que la vida va acomodando, no la llamé en ese momento. Tuve recién el valor de llamarla un mes después de ese pensamiento horrible. Rocío no aparecía. Nadie sabía nada de ella.
Un día, tal vez dos semanas después, recibo un llamado de ella a mi celular. Me explicó que estaba en Salta; que había viajado para terminar de recuperarse de una internación que había tenido. Pregunté cuándo había sido esa internación. Adivinaran los lectores, ya a esta altura, que fue la misma madrugada en la que yo había despertado exaltado. Sentí alivio al saber que había sobrevivido (Rocío es muy buena equilibrista y si se cae, siempre cae parada). Pero también supe en ese momento que nunca más me iba a poder alejar de esa mujer. No solo porque me desperté un día (o una noche) sintiendo la taquicardia que ella tenía en ese momento, ni la sangre corriendo a toda velocidad, si no porque supe que el destino es inevitable y que cuando le pasara algo, o algo me pasara a mí, por alguna extraña razón, los dos íbamos a estar ahí para cuidarnos.
También supe que somos inseparables porque la amistad se forja de desventuras, y con ella he vivido la mayoría de las mías.

Por eso dejo esta escena de "Almost Famous". La primera vez que la vi, entendí que Rocío era y es Penny Lane. Y porque cada vez que pierde la cabeza, como dice en el mail, yo también la pierdo un poco.

Otro día explicaré por qué le tenía terror.

Salud a mi amiga.




Bonus track:
Seguimos con Elton. Tal vez el tema que más me gusta de él: "Rocket Man". A veces, ando con el piano tocando esa canción; y a veces, yo mismo soy el hombre cohete, muy, muy alto...hay veces que no puedo ni bajar.

miércoles, agosto 27, 2008

LAS PARTIDAS, EL AMOR Y EL MINI MOOG

Por una razón muy extraña, que no llego a comprender (o sí, y me hago el gil), desde el viernes tuve una seguidilla de malos sucesos, que me afectaron de una forma en la cual me acerqué más al comportamiento de un esquizofrénico que al comportamiento de un ser humano común y corriente.
Ya desde la semana pasada venía con esta idea: soy perseguido por fantasmas.
No, no fantasmas de otras dimensiones, si no por recuerdos y viejos amores que rondan por ahí, y esa idea no me dejaba tranquilo.
Cuando empecé a comprender que no era nada grave, una persona a la quiero muchísimo, me anunció que se va a vivir muy lejos de aquí; y si bien no nos vemos nunca, me di cuanta de que detesto que la gente que quiero se vaya a otra parte.
Esa noticia, que me alegra por esta persona, pero me entristece por mí (¿el egoísmo es naturaleza humana? ¡Desde Rousseau que se habla de eso!) me puso frenético. Como si estuviera tomando anfetaminas. Y sucede lo que sucede cuando uno se excede con medicamentos: se dan los efectos adversos. Pasé de la euforia (como hablar a toda velocidad sin parar), a no decir una sola palabra y dejar caer alguna lágrima, para luego volver a unos monólogos imposibles de entender, sobre los temas más variados, tal vez como una distracción para no mencionar lo evidente.
Esta noticia y sus hilarantes consecuencias en mí, me agarraron justo cuando escribía un ensayo sobre la igualdad del desamor y la muerte. Un ensayo muy serio, sin ninguna autoreferencia, hasta que empecé con el comportamiento errático y tuve que dejar de escribir porque comenzaba a parecerse a un manifiesto humorístico.
Entonces me puse a tocar el piano y dije “necesito algo más” y me fui hasta el centro en donde encontré un Mini Moog (uno de los primeros sintetizadores que se inventaron y un instrumento muy deseado por los tecladistas) y el vendedor me dijo que no me lo vendería nunca porque era muy viejo y se desestabiliza muy fácilmente (esos teclados, aunque parezca mentira, se desafinan) y me dijo “si querés un Moog, te dejo probar el nuevo” Es una nueva versión del viejo teclado, también analógico, pero sin las fallas que tenía el anterior. Me puse a tocar y nunca fui tan feliz. Era como un chico jugando con un juguete carísimo (3.000 dólares). Hay que estar por lo menos una hora para entender el funcionamiento de algunas cosas en este aparato (está lleno de perillas y botones, y es muy, muy difícil conseguir un sonido fijo y determinado. Algún día lo compraré). Luego probé pianos eléctricos y ya no pude seguir tocando, no porque no quisiera, si no porque tengo el brazo izquierdo lastimado: antes de irme a ver el Moog, tuve una discusión en la puerta de mi casa, y en ese frenesí de “feliz, enojado, feliz, enojado, sicótico” subí hasta mi departamento no sin antes darle una trompada a un matafuegos que hay en la escalera. No soy un tipo violento, pero no pude evitarlo. El detalle: la mano quedó intacta y sin ningún dolor (en los últimos años aprendí a pegar con cierta clase), pero no calculé el ángulo cerrado del golpe. Al estar el matafuegos a mi izquierda, debería haberle pegado con la diestra; sin embargo le di un zurdazo. Eso provocó que hiciera un mal movimiento (por el ángulo cerrado de la escalera) y me resintiera tremendamente un músculo por debajo del hombro. Apenas podía mover el brazo.
Horas antes de esto, varias horas antes (ya no distingo bien los días y las cosas) estuve y estuvimos viendo películas de Woody Allen a lo loco. No creo haber visto tantos films en tan poco tiempo. Ahora mismo debo ir a ver el siguiente que alquilé. Y cuando terminé de ver Annie Hall, en la escena final (tal vez la mejor de Allen, incluso que Manhattan, que ya había visto, pero no recordaba bien) me dije: “ese es el mensaje. Eso es lo que me pasa” Y luego de reír, llorar, reír, llorar y ser un poco sicótico, decidí empezar con un proyecto con el que con mi amigo Mariano Iturralde nos venimos dando manija desde hace unos días: un cortometraje.
Así que espero algún día escribir ese film. Ya lo tengo todo argumentado en la cabeza. Ahora habrá que escribirlo.

Dos cosas más:
La primera no puedo decirla, pero es para generar misterio.
La segunda es que esta noche, como todos los miércoles a las 21 hs (o un ratito antes) estamos FM ISER con “Culpa de Todos”, que se puede escuchar desde www.comfer.gov.ar (en esa página, abajo a la derecha está el link que abre el postcad de la radio)

Listo, escuchen el programa que vamos a decir muchas cosas, y van a poder escucharme teniendo un brote eufórico/ depresivo en vivo y en directo.

Los amo, los odio, ¡denme más!

Bonus track:
Miren: esta noche comiendo, mi amiga del post del edificio circular, que es la que está sentada arriba de otra amiga, a mi derecha, me dijo que tenía unas fotos mías de un cumpleaños este año en el cual jamás recordé estar, en un lugar que mucho menos recordé estar. Por supuesto negué todo ¡Pero era verdad! Estuve ahí y para probarlo, mi amiga me envió esta foto hace un rato, y yo la publico porque mi cara demuestra que soy un tipo inofensivo y bueno (y porque creo que es la única foto en el mundo en la que estoy más o menos presentable...así que háganse una idea. El frenesí también ha afectado mi memoria. ¡Oh Dios! )








viernes, agosto 22, 2008

SÓLO UNA CITA

El secreto del éxito es la honestidad. Si puedes evitarla, está hecho

"Groucho Marx"

martes, agosto 19, 2008

LAS ALMAS EQUIVOCADAS

El señor Manfredo ya entraba en sus últimas horas de vida.
La habitación estaba lo suficientemente cálida para que no pasara frío.
Los dos hijos, la hija, su hermana y su cuñado rodeaban la cama de hierro mientras el viejo Manfredo esquivaba las miradas como pidiendo disculpas. El tubo de oxígeno, el goteo del suero, el aparato de electrocardiograma, todo funcionaba con una precisión angustiante. Lo único que consolaba, que aliviaba la situación, era que la habitación mantenía su orden habitual. Los retratos y fotos se mantenían espantosamente indiferentes, mostrando el esplendor de otra época. Más bien, el esplendor de la juventud.
Susana, la hija menor, se mostraba más fuerte que sus hermanos Horacio y Daniel. Horacio se acercó a una foto colgada en la pared, vio a su madre sonriente junto a su padre, acarició la imagen y dijo, en voz muy baja, “viejita, cómo te necesitamos”. Manfredo escuchó y en la incomodidad, cerró los ojos fingiendo inconciencia.
Carlos Manfredo entendía todo. Ya casi no respiraba, sabía que se moría, pero no podía evitar ser la atracción principal de esa escena interminable. Todos, incluso Manfredo, tomaron esa percepción del tiempo que se adquiere en la agonía; cada minuto es estar vivo y es acercarse al fin. Esa ambigüedad desesperante que sólo se hace real con el amor y la muerte.
Pensó Manfredo, ante las palabras de su hijo, en su mujer. Recordaba a Silvina casi todo el tiempo. La buscaba en la memoria y en las fotos. Extrañamente la mayoría de las imágenes que se le venían a la cabeza implicaban a Silvina en situaciones enojosas. A Manfredo le divertía recordar a su mujer regañándolo. “Pobre Silvina” pensó, o creyó pensar. La muerte de Silvina había sido rápida; nadie había advertido que estaba enferma, solo ella, aunque no dijo nada. Cuando lo dijo, era tarde. Era otra época. Allí, el tiempo, la percepción del tiempo era diferente. La muerte sorpresiva, rápida, implica manejar todo lo posterior a ella; pero aquí la muerte estaba siendo esperada con resistencia.
El médico llegó a eso de las tres de la tarde, revisó al paciente y volvió a hablar con su familia. “Hay que esperar” les dijo. Hace días que se había determinado que no había nada que hacer. Manfredo pidió volver a su casa. Los médicos aceptaron el traslado. Es mejor, tal vez, morir en la cama propia que en una cama de hospital.
Quizás Manfredo se quedó dormido y soñó con momentos de su vida. Recordó su trabajo, que le había dado un buen pasar, recordó a sus amigos, recordó a sus hijos cuando eran chicos; recordó a sus padre, un italiano de carácter imposible y se encontró atrapado en el recuerdo de su madre, una mujer amable, silenciosa y complaciente. Manfredo no sabía si soñaba o no. La dificultad para respirar, sólo ayudado por la máscara de oxígeno, lo hacía perder la lucidez esporádicamente.
Su hermana Angélica le tomaba la mano y lloraba. Manfredo la miraba e intentaba cerrar los dedos para responder el gesto. Estaba muy débil, apenas podía moverse.
El médico se fue. El marido de Angélica, Enrique, lo acompañó a la puerta. Manfredo cerraba los ojos; no quiso ver nadie. ¿Qué le podían decir? A lo sumo que en unos días más se iba a morir, que ya no iba a sufrir más. Preferible no escuchar nada.
Mirá papi, salió el sol” dijo Susana corriendo las cortinas para iluminar el cuarto un poco más. Manfredo movió la cabeza con dificultad y vio la ventana. Susana tenía los ojos con lágrimas y sonreía. Se acordó de unas vacaciones en Córdoba, cuando su padre era inmortal ante sus ojos. Por casualidad, Manfredo recordaba exactamente las mismas vacaciones. Tal vez las vacaciones ayudan a visualizar a las familias como en postales. Recordó a los chicos corriendo en las sierras, felices. Manfredo prefería a Susana por sobre Horacio y Daniel. Pensaba que ella era tan inteligente como vulnerable. Los varones podrían arreglarse solos, pero él sabía que era, es, un mundo duro para las mujeres. Miró a su hija sonriente y angustiada y se sintió muy orgulloso. Confirmó para sí que todo lo bueno que ella tenía lo había heredado de su madre. A Manfredo le había costado mucho aceptar a su yerno, pero con el tiempo supo que era un buen hombre. Ninguno de los hijos había querido llevar a los nietos a ver a su abuelo; era un espectáculo tristísimo y Manfredo lo entendía bien. Tuvo un pensamiento para sus nietos y se lamentó no poder verlos crecer más.
Pasadas las siete de la tarde empezaron a llegar las nueras y el yerno. La familia se fue al living a tomar café para dejarlo descansar. Manfredo dormitaba; imaginaba cosas. Se preguntó si habría algo cuando muriera; si existiría Dios. Si volvería a ver a Silvina. Quiso creer en todas esas cosas, pero sabía que podía no haber nada después. Por primera vez tuvo miedo.
Soñó de nuevo con su infancia y su paso por el colegio Salesiano. Se vio jugando al fútbol con una velocidad increíble. Despertó y recordó esa imagen. Por un segundo, casi sin poder respirar, cerró las manos y dijo “no me muero nada”. Perdido en ese recuerdo se fue durmiendo otra vez.
La noche entró como siempre, pero con esa particularidad que tienen las noches de los condenados. Mientras la vida sigue, mientras creemos que sigue, alguien ve la noche, común para todos, como la última. Las almas que buscan el descanso y no lo encuentran, dan vueltas entre nosotros. Buscan puertas. Los que viven no advierten que esas puertas que conducen a un final infinito, están demasiado cerca. Ni Manfredo ni su familia estaban preocupados por las almas tampoco. Al fin y al cabo, al que agoniza poco le importa lo eterno, sólo quiere vivir.
Manfredo abrió los ojos e intentó ver por la ventana. Las cortinas ya cerradas apenas dejaban pasar el cielo. Allí quiso ver Manfredo; al cielo. Se olvidó de todo por un segundo. Supo que esa noche era su noche final. Tuvo la espantosa sensación de que el mundo se apagaba para él. Lo consoló y confundió saber que todo seguiría. Se alegró, se sintió feliz al saber que su familia estaba, que estuvo, todo el tiempo desde que cayó enfermo. Sintió que podía morirse tranquilo y lo desesperó pensar qué harían con él. Hubiera preferido desaparecer y no complicar a nadie. Se sintió una molestia para los demás, pero se dijo “así es la vida. Bah, la muerte” y se rió de su ocurrencia. Lo invadió el pensar que muchos morirían esa noche; que muchas familias compartirían el mismo dolor por diferentes personas.
Se preguntó cuántos morirían. “Dos o tres” pensó con inocencia, porque el que se muere siente, sabe, que se muere solo. Imaginó la inmensidad del mundo, en el sin fin de calles, en los desahuciados, los moribundos, los hospitales, los enfermos, los que sin saberlo se irían con él, y pensó que tal vez alguien en el mundo estaría pensando él, al igual que él lo hacía con esa persona, sin saber quién era, ni dónde estaba. Al fin, entonces, comprendió las puertas. Supo que desde su cama estaba ahora en todas partes. Entendió que todas las almas son una sola; que en una persona viven multitudes y esas multitudes estaban destinadas a separarse para perderse y, quizás, encontrarse sin reconocerse las unas con las otras. Supo que fue y sería todas las almas por siempre, y que cuando se fuera, todas las almas que vivían en él, y las que vendrían, las que conforman a otros, las que se irían, todas andarían por ahí fundiéndose; buscando nuevas puertas, intentando quizás completar todo aquello que faltó completar en vida. Pensó en sus propias multitudes, en las almas que lo completaban e incluso en las almas equivocadas que vivirían en él.
A las diez de la noche la familia comía en el living cuando escucharon el aparato de electrocardiograma acelerar su ritmo. Se precipitaron al cuarto. Manfredo respiraba con muchísima dificultad. Llamaron al médico que llegó cerca de las once de la noche. Manfredo ya no podía respirar sin sentir dolor. El médico le aplicó morfina. Abrió los ojos, vio a su familia reunida, sonrió, y tal vez volvió a pensar en las almas. Miró, como despidiéndose y volvió a sonreír. Cerró los ojos e imaginó otra vez, en su nuevo sueño, todos los lugares del mundo. El pulso se aceleró, suspiró y por dos segundos, perdido entre todas las almas, dejó de respirar. Susana rompió en llanto abrazada a su marido. Manfredo volvió a respirar en un movimiento brusco. Todos miraban con estupor. Movía la cabeza como si sus multitudes se fueran una por una. Miró a su cuñado y le hizo un gesto, como si quisiera escribir algo. Enrique corrió al living y trajo un cuaderno y una birome. Manfredo, muy débil, tomo la birome con la mano izquierda. Enrique cambió su posición hacia el lado izquierdo de la cama; solo Susana y Angélica advirtieron que Manfredo era diestro y no zurdo. Incluso el médico permanecía inmóvil sin entender la situación. Manfredo trazó líneas con debilidad y empezó a dibujar símbolos. Enrique entendió que las líneas eran un pentagrama y los símbolos notas musicales.
- Está escribiendo un pentagrama- dijo el cuñado.
- ¡Si papá no sabe nada de música!- contestó Horacio.
El asombro se hizo inmenso; el médico miraba más extrañado que la familia. Manfredo no pudo seguir escribiendo. Soltó la birome con extrema debilidad, miró alrededor, y dijo en perfecto alemán “¡Mierda! No llego al cielo nunca más”.
Carlos Manfredo murió a las once y veinte de la noche.
La familia nunca entendió esas últimas palabras. No entendieron jamás cómo y por qué se despidió en alemán, ya que desconocía el idioma por completo, ni por qué intentó ese dibujo musical.
Por cierto, las notas en el pentagrama eran los primeros compases del Réquiem en re menor K262 de Wolfgang Amadeus Mozart.

viernes, agosto 15, 2008

EL BOCINAZO TELEFÓNICO

Pido disculpas por mi prolongada ausencia en N.S.N. No he tenido el tiempo suficiente para poner al día este blog; pero ya estoy casi de vuelta.
Me hubiera gustado mucho actualizar con algún post humorístico, pero el día ha tomado un giro inesperado que me obliga a manifestarme en el siguiente tema:

Esta mañana recibí el siguiente mensaje de texto: “Ahora podés conocer la ubicación de un movistar enviando por SMS el número a localizar (Ej. 11342033660) al ***** x solo $1”

No sé bien cómo abordar el asunto. Podría pasarlo por alto y tomarlo como algo más, pero no es algo más. Intentaré ser más claro: no quiero ser localizado por absolutamente nadie con este sistema, ni ningún otro.
Estoy hablando del derecho a la intimidad. ¿Cómo una compañía de teléfono puede ofrecer un sistema de localización? ¿Qué clase de lugar es este?
No voy a usar ningún término académico. No quiero un monitor encima mío. ¿A merced de quién estamos?
Si alguien quiere localizar a una persona, basta con llamar por teléfono. Si esa persona no te atiende, mala suerte. O no puede, o no quiere atender.

Siempre se ha hablado de los sistemas de rastreo. Nunca faltan los tipos que dicen “sí, porque el gobierno te sigue desde el celular. Ellos pueden saber absolutamente todo”. Muy bien, eso es una cosa. Puede ser un mito o una realidad; da lo mismo. A lo sumo no influye en nada. ¿Qué le importa a la SIDE con quién hablo, o dónde estoy? Esos son sistemas que sirven en casos extremos, como los secuestros. Pero no son sistemas preventivos, si no que se usan luego de que sucedan las cosas. De hecho, cualquiera sabe que sacando la batería del teléfono, los sistemas GSM y GPS quedan anulados. Lo demás es gilada. Ahora, cuando alguien puede ser rastreado por un particular, ahí existe un problema enorme, porque uno no puede desactivar el teléfono a cada rato.

Entiendo que alguno podrá objetar que esto sirve como sistema de seguridad. ¡Falso! ¡Completamente falso y erróneo!
Si alguien quiere ser ubicado por seguridad, que pague el servicio. ¿O acaso el Lo Jack no lo pagás? No es que te roban el auto y después mandás un mensaje para que te habiliten el satélite. Pagás un servicio fijo, en donde elegís ser monitoreado.
En cambio, este sistema telefónico ofrece rastrear a otra persona donde sea, cuando sea. Insisto: no quiero.
¿Quién me pregunta si quiero que alguna persona sepa donde estoy? ¡Nadie!
Sin embargo puede venir cualquiera que tenga mi número de teléfono y saber dónde estoy sin que yo quiera que lo sepa.
Una vez más: Si alguien quiere ser ubicado, que pague por ese sistema. Que mande un mensaje diciendo “sí, quiero tener el monitor del bocinazo y que sepan cada paso que doy”.

Me acuerdo cuando leía aquellos textos en la facultad de los Apocalípticos y los Integrados, y uno no quería estar de un lado ni del otro, si no que quería tomar todo con más paciencia y sin tanta gravedad. Pero el mundo va hacia una dirección que parece ser una locura total. Todo es un Gran Hermano.
Ya hablé aquí del bocinazo del Facebook, en donde todos son vigilados por todos; pero a lo sumo uno puede elegir ser usuario o no. Pero ya con los celulares se está pasando un límite que es peligroso.
Todo empuja a convertirse, obligatoriamente, en un Integrado. Estamos obligados a aceptar unas condiciones terribles. Es el sueño de los liberales: una cámara en cada cuadra, un policía en cada esquina, y un monitor en cada persona.
Y cuanto más entiendo de estos asuntos, más ganas me dan de salir corriendo. Si algunos se sienten empujados a estar integrados, yo me siento empujado a convertirme en una especie de Bobby Fischer. A abstraerme de todo y a dejar el celular en mi casa y chau. Y el que me quiera ubicar, siempre le va a dar vacante.

La estupidez de la búsqueda de notoriedad ha permitido desarrollar estas maniobras de conexión y conexión y conexión. Terminemos con estas cosas. Basta de estos sistemas policiales.
Quiero elegir a la gente con la que hablo y la que no. A la que veo y a la que no. Todo lo demás es típico de psicóticos, gente celosa y obsesiva, y cuando no, de gente con espíritu inquisidor.
Mucho cuidado con esa gente.

Mañana seguiremos con el ritmo normal del blog. Un saludo a todos.

sábado, agosto 09, 2008

ANDATE CON LA OTRA

Esto me ha entusiasmado mucho:
Existe en el ajedrez una jugada, inventada en 1906 por un tipo que se llama Leonid Kubbel, que se la ha denominado así: "andate con la otra"
¿No es un nombre lindísimo para una jugada?
Creo que es la primera vez que esa frase me causa gracia y no disgusto. La debo haber escuchado muchas veces, pero nunca con otra intención que no sea un problema.
Me parece sensacional cuando una mujer dice eso. "Andate con la otra" es el lamento de la mujer sufrida pero noble. Con más gracia, con más dolor, siempre es raro escuchar eso.
Por eso, en virtud de la simpatía que me producen las muejres que dicen eso, quiero confesar (pido perdón al género masculino por revelar un secreto) que cuando nos mandan con la otra, no nos importa, porque no estamos pensando en irnos con la otra, si no que estamos pensando en cómo solucionar el problema generado con anterioridad a la frase.

Conozco esa frase de arriba a abajo sin ser ajedrecista, y ahora me sirve (a mí y a todos los hombres que se aviven de esto) de excusa.

Ejemplo:

- Ay Marcelo, me tenés harta. ¿Sabés qué? ¡Andate con la otra!

- ¡Sí! ¡Qué jugada! En dos movimientos de blancas, jaque. Mirá qué fenómena que sos que te acordaste de eso. Eso es lo que me gusta de vos, la inteligencia que tenés para unir situaciones.

Como nuestra mujer quedará en orsai ante semejante respuesta, podemos salir corriendo, aprovechando la confusión.

(Advertencia: La novia se verá con esa respuesta completamente desprevenida, lo que generará una confusión, aturdimiento, cefalea, sensación de cabeza liviana y/o en casos más graves y extremos, muerte. Pero ese no es el punto)

Algunas mujeres creen que los hombres pensamos en otras mujeres por placer. En parte es cierto, pero también es porque no hay muchas otras cosas en que pensar. Lo que las mujeres no saben, es que en ese pensamiento, no se esconden intenciones sexuales o amorosas. Son sólo imágenes en momentos sin sentido. Recuerdos. Así como uno recuerda una puerta en Viena en 1932, otro día se acuerda de una propaganda de Phillip Morris (la de la mina que gateaba en la cornisa, con música de Eddie Sierra), y otro día se acuerda de alguna chica que le gustó en la calle. Pero son recuerdos efímeros y sin sentido (salvo el de Phillip Morris, porque la mina mataba. Creo que era Marisa Mondino.)

A los hombres en cambio nos gusta enojarnos, amenazar a otros tipos, decir que los vamos a matar. Pero las mujeres no...te mandan con la otra. Es como el tiro final. Es mucho más inteligente.

Me contaron que la otra noche, una amiga (que llamaremos "X") le preguntó a un amigo (a quien llamaremos "@") "¿A quién querés más? ¿A ella o a mí?"

Silencio total.

@:...No...A vos, a vos.

X: ¡Tardaste! ¡Lo dudaste!

( Empieza con la caravana de adjetivos infames. @ se arrepiente de lo que está diciendo y en un acto heroico, se retracta con un "no, no me gusta hablar así de la gente que no está. Es una cretinada" X toma conciencia y le da la razón. @ respira de nuevo porque sabe que no llegará el tan injusto 'andate con la otra')


Yo pienso como mi querido amigo @."X" busca una reacción, y si @ hubiera dicho otra cosa, se le armaba el problema. ¡Sin embargo no! X captó la situación y dijo "qué me importa"...

Y yo también digo como "X": "Qué me importa", y saludo con un guiño de zapallo a cualquier mujer que me haya dicho "andate con la otra". Yo me voy con la otra, si luego, me dejás volver...

Este tema da para más, pero les recomiendo que lean el cuento de Adriana Menéndez "Catalina", que está en http://www.adriana-menendez.blogspot.com/ , ya que Adriana escribe fenómeno, y explica mucho mejor este asunto. Porque más a favor de los hombres infieles, estoy a favor de las mujeres infieles (casi por conveniencia, porque todas siempre tienen novio).

Y ya no sé qué decir. Déjenme. Déjenme solo...basta, no. ¡No dije! Bueno, sí.

Me voy, a buscar el video de Phillip Morris.

viernes, agosto 08, 2008

HOUSE VS LOST

Puede ser una polémica estúpida, de hecho lo es, pero me gustaría mucho destacar y resaltar una vez más la serie Dr House, y esta vez, lo voy a hacer en contraste con el máximo furor de los que ven series, que es Lost.
Yo no suelo ver series, me aburren mucho, y no tengo paciencia para estar una hora siguiendo una trama, sin embargo he seguido estos dos programas con diferente interés, y me resulta muy extraño que Lost se lleve más aplausos que House.

Vi las primeras tres temporadas de Lost, y a la mitad de la segunda ya estaba aburrido y nervioso. Es innegable que tiene algunos recursos que atrapan, pero no son suficientes. A la tercera ya me cansé y dejé de verla. Creo que los productores tenían una buena idea y agotaron los recursos de una forma extrema, tornando todo muy estridente y pretencioso. Esa es una falla que hay que advertir.
Supongamos que no nos interesa la falla de la trama diluida. Muy bien; comienza un segundo problema: todo lo que sucede en la isla, es un robo de argumentos literarios, solo que disfrazados con otras cosas. No es coincidencia que "La Invención de Morel" ahora sea un Best Seller en Estados Unidos, ya que los guionistas confesaron, con un guiño en un capítulo, las similitudes entre esa novela de Bioy y la serie. Creo que la diferencia, es que en la isla de Bioy, lo fantástico lo generaba una máquina, y en Lost, lo fantástico se debe a un desfasaje espacio-temporal. Eso es evidente desde el primer capítulo. No se alarme nadie si en el último episodio descubren que nada ha pasado. O mucho peor, que una máquina genera ilusiones y va matando a las personas de la isla, para proyectarlas eternamente. Creo también que la pista de la novela de Bioy es falsa. Un truco para confundir a los espectadores. Yo buscaría una explicación en "La Trama Celeste", que sí tiene una explicación que se acerca mucho más a Lost.
Existe en todo esto un problema típico de Hollywood: agarran ideas viejas, y las presentan como si nadie las hubiera intentado antes. Más llano aún: todo lo que se ve en esa isla como novedoso, ya ha sido escrito, no solo por Bioy Casares, si no por Stevenson, por Wells, por Verne...
No está mal tomar ideas viejas, ya que todo, absolutamente todo, ha sido escrito antes y mejor. El asunto es cuando está presentado como algo novedoso. Ese es un error que debe ser repudiado. Es como cuando viene un escritor que cree que descubrió la alegoría de las cavernas.
Lost está lleno de recursos tramposos, pero no por ser una trampa para el espectador y forzarlo a la deducción, si no como recursos para extender lo insostenible.
La serie debería encantarme, ya que no hago otra cosa que cultivar el genero fantástico. Pero en este caso, lo que me resulta fantástico es que tenga tantos seguidores.

Por otro lado House. La irreverencia y el talento juntos. No sólo en los personajes, si no en la forma que está producida la serie. La pretensión está en la personalidad de los personajes, mientras averiguan unos casos rarísimos.
Aquí es donde me detengo: esos casos son reales. Se toman casos que no tienen ninguna frecuencia (algunos solo tienen menos de 30 antecedentes desde que se tienen registros médicos verídicos) y desde allí se trabaja (eso justifica el diagnóstico diferencial y las múltiples opciones de enfermedades).
Pero hay algo en esa serie que es lo que no nos pasa inadvertido a quienes la vemos. Todo el tiempo el eje es la ética. ¿Hasta dónde puede llegar un médico para lograr un diagnóstico? ¿Es válido despertar a alguien en coma farmacológico para interrogarlo, causándole un sufrimiento terrible durante 30 segundos?
House explora ese borde casi con peligro.
Por supuesto que hay errores. Conozco a un neurólogo que diagnosticó, trato y curó un extrañísimo tumor cerebral, y el caso fue tapa de una prestigiosa publicación médica inglesa (los casos de House, aparte de estar supervisados por tres médicos en el equipo de producción, son tomados de los casos del mes de esa revista. Lo que no tengo claro es si por convenio la revista toma los casos de House y los pone en tapa, o viceversa) y me dijo "en el capítulo tardaron mucho para encontrar ese tumor, cuando no es tan difícil". Allí dilataron el recurso del diagnóstico diferencial, para llegar a una conclusión. Sin embargo, los casos se resuelven (o no, algunos mueren) con precisión médica.

El éxito de House, como he dicho, radica en la realización. En la estupenda actuación de Hugh Laurie y Lisa Edelstein (la doctora Cuddy) y en los límites que todos los personajes exploran.
Laurie logra un personaje que a pesar de su adicción (lo que hace temer a muchos que sea lo que algún día mate a algún paciente) deduce con lógica, a pesar de sus formas. El mismo creador de la serie dijo una vez "si un médico fuera como House, ya estaría preso".

Pero destaco, una vez más, los límites. Es muy bueno que una serie bien hecha permita el debate ético. Y para cerrar esto, ejemplifico con un caso tratado en House (que a su vez fue tapa de muchos diarios cuando sucedió en la vida real).
Una mujer embarazada tiene problemas respiratorios. La afección compromete seriamente al corazón de la paciente. House descubre que se trata de un "caso reflejo": el enfermo es el bebé, y la madre sufre las consecuencias. House plantea a su equipo que hay que sacar al bebé ya que lo ve como un parásito que va a matar a la madre. El equipo no quiere acatar las ordenes y buscan más opciones. La directora Cuddy se niega al tratamiento propuesto por House y le plantean a la madre del bebé lo siguiente: o matar al chico (no recuerdo el mes de gestación, pero ya no podía ser abortado sin una mínima polémica) u operarlo en el vientre. La paciente acepta el último tratamiento.
House se empecina en que hay que erradicar la enfermedad desde la raíz (el bebé), despotrica contra todo el mundo, habla sobre la prioridad de salvar a la madre y no a alguien que ni nació, pero acepta operarlo y sucede lo siguiente:





Al final la madre le pregunta si el niño tendrá una vida normal después de nacer y House le contesta: "si se le puede llamar normal nacer dos veces"

Conclusión: ¡gana Dr House por afano!

En fin, los dejo. Debo ir a operar...

martes, agosto 05, 2008

ENTRE EL DETERMINISMO Y EL LIBRE ALBEDRÍO (O LA SIMPLE ATRACCÌÓN DE UN IMÁN)

Durante años pensé (o creí) que las personas somos libres al tomar elecciones. Tal vez, anoche, en medio de una conversación, me vi refutado en ese parecer. Al querer replicar la idea, recordé una parábola de Oscar Wilde, referida por Hestketh Pearson en el capítulo 13 de “The Life of Oscar Wilde”.

(Transcribo, ya que mi memoria, lo que tiene de buena, lo tiene de traicionera)

“Hablábamos de libre albedrío; Oscar Wilde improvisó esta parábola:
Había una vez un imán y en el vecindario vivían unas limaduras de acero. Un día, a dos limaduras se les ocurrió visitar al imán y empezaron a hablar de lo agradable que sería esta visita. Otras limaduras cercanas sorprendieron la conversación y las embargó el mismo deseo. Se agregaron otras y al fin todas las limaduras empezaron a discutir el asunto y gradualmente el vago deseo se convirtió en un impulso. ¿Por qué no ir hoy, dijeron algunas, pero otras opinaron que sería mejor esperar hasta el día siguiente. Mientras tanto, sin advertirlo, iban acercándose al imán, que estaba muy tranquilo, como si no se diera cuenta de nada. Así prosiguieron discutiendo, siempre acercándose al imán, y cuanto más hablaban, más fuerte era el impulso, hasta que las más impacientes declararon que irían ese mismo día, hicieran lo que hicieran otras. Se oyó decir a algunas que su deber era visitar al imán y que hacía tiempo que le debían esa visita. Mientras hablaban, seguían inconscientemente acercándose.
Al fin, prevalecieron las impacientes, y, en un impulso irresistible, la comunidad entera gritó:
- Inútil esperar. Iremos hoy. Iremos ahora. Iremos en el acto.
La masa unánime se precipitó y quedó pegada al imán por todos lados. El imán sonrió, porque las limaduras de acero estaban convencidas de que su visita era voluntaria.”

¿Por qué cito esto? En verdad no lo sé muy bien. Tal vez, porque estoy cambiando de opinión sobre muchos aspectos. Como dije antes, cuando quise refutar la idea de la predeterminación de los actos, recordé esta historia. Mi amiga dijo:“Uno es dueño de su destino; pero por más vueltas que de, tarde o temprano se llega a algún lugar que ya está escrito”

Wilde, tuvo la precaución de avalar esta teoría cien años antes y lo argumentó espléndidamente.
Y mucho más alarmado me sentí cuando le contesté a mi amiga “¡Ese es el argumento de ‘El Sueño de Los Héroes’!” y mi abochornamiento se debe a que a esa novela me parece la mejor novela del mundo. Recordé las palabras del Brujo Taboada, cuando le pide a Clara que evite que Gauna cumpla su destino para que no se convierta en el doctor Valerga. Otro punto a favor de mi amiga.

Peor aun me siento cuando me reconozco un determinista con orientación relativista. Se me hace imposible creer en un destino. Todo puede ser explicado por la ciencia, pero todo es a la vez relativo. ¿Qué quiero decir con esto? Que si algún día todas las leyes físicas cambiaran, yo diría “eso ya estaba determinado, porque bien explicita era la premisa del relativismo”. Parece una paradoja, pero tal vez no lo sea.

Sostengo que por cada decisión que un hombre debe tomar en su vida, existen dos opciones. Luego, dentro de la opción elegida, habrán otras dos, y así infinitas veces.
Es allí donde discrepo con el destino predeterminado: ante infinitas posibilidades, las combinaciones arrojarán diferentes resultados. Lo que sí es cierto, es que lo que iguala a todos los destinos es la muerte. Más tarde, más temprano, llega. Eso es inevitable.
Pero también es posible pensar que entre esas combinaciones interminables, existen paralelas, y las paralelas, en algún punto del infinito, se tocan. Predeterminación.

Entonces creo, que tal vez mi amiga tiene razón. Aún siendo yo un agnóstico y ella una católica, yo me abstraigo del pensamiento religioso y quizás también creo que si uno debe llegar a algún lugar en la vida, de algún modo, lo hará. No milagrosamente, si no con desempeño; pero por más vueltas que uno de, de alguna forma se llega hasta ahí.
Quizás creemos que elegimos adonde vamos, pero tal vez nuestros impulsos, al igual que las limaduras de hierro, se deban a la atracción del imán

Por eso me inquieta cuando algo no sucede y me dicen “por algo son las cosas”, o “es el destino, si no tiene que ser, no es”. Lo angustiante es sospechar que no hay escapatoria al destino. Pero en tal caso, prefiero creer que llego hasta el imán por elección propia.

Yo creo que hago esta reflexión pensando en el amor. Pero es un tema del que estoy intentando escapar hace rato. He notado que mis amistades se entristecen mucho cuando hablo de amor; pero tal vez no haya algo más cercano a la idea de Wilde sobre el libre albedrío que el amor. Allí es donde creemos que elegimos, y capaz no estamos más que viviendo una ilusión de algo que ya está decidido. Como decía Spinoza en sus epístolas: “(...)los hombres tienen conciencia de su voluntad, pero no de las causas que a ésta la mueven”

viernes, agosto 01, 2008

AQUELLOS QUE NOS SUEÑAN

Max Brod, en el libro “Franz Kafka”, de 1937, refiere esta historia acerca del autor:

“Una tarde, Kafka me visitó y atravesó impensadamente una pieza donde estaba recostado mi padre. Éste se despertó, y Kafka murmuró, al pasar:
- Le ruego, considéreme un sueño.”


Hace mucho quería publicar esta cita. Me parece estupenda.
Estoy trabajando en dos cuentos que tienen que ver con sueños; donde suceden cosas como en esta anécdota, y este pedido de Kafka me parece casi una súplica. Pedirle a alguien que nos considere un sueño, que nos de el carácter de efímero, es un pedido, como mínimo, pretencioso. Pero es tan poético y maravilloso este pedido, que no puedo dejar de pensar en las personas con las que soñamos y las que no.
Me gusta mucho cuando uno descarta las ideas freudianas y sueña con alguien, para luego preguntarse “¿por qué soñé con esa persona?”. Es fácil adjudicarle al subconsciente la aparición de una persona o una situación. ¿Pero cuando uno no ve a esa persona hace mucho? ¿O inventa situaciones que no están cerca de nuestra realidad? En verdad hay explicaciones para todas esas cosas. Recuerdo que en La Interpretación de los Sueños, Freud refería una experiencia que involucraba a una puerta bajo un puente que había visto 20 años antes de soñar con ella.
Pero quiero abstraerme de las explicaciones prácticas, aún cuando las explicaciones llegan a la misma resolución que el deseo. Porque ese es el punto: tal vez, soñamos con lo que deseamos.

Y también me gusta pensar que al igual que El Fantasma del Arroyo, estoy metido en el sueño de alguna mujer, que ni siquiera me conoce, mientras como un iluso, creo que soy yo quien la estoy soñando. Esa idea me atrae. ¿En el sueño de quién nos estaremos metiendo? ¿Quién soñará con la persona que nos sueña?

Por lo pronto sólo puedo pedir, como Kafka, pero con muchísima más pretensión, que me consideren un sueño; como alguien efímero. O que me dejen llegar, como un fantasma, a ese momento extraordinario en donde estamos sin estar y nos vamos antes de ser advertidos del todo.
Yo, mientras tanto, soñaré que me despierto