miércoles, abril 28, 2010

SÍ, ES AL PACINO

Como en este blog estamos siempre a la vanguardia, hoy presentamos el trailer de una película para HBO (o películas para televisión), que se estrenó este fin de semana en Estados Unidos (por HBO, claro).
El film trata sobre el doctor Jack Kervorkian, más conocido mediáticamente como el doctor muerte por su ayuda a morir a pacientes terminales, y por lo cual fue enjuiciado.
Lo más llamativo de este film no es que el protagonista sea Al Pacino, un admirado actor por parte de quien escribe esto, si no eL cambio físico que hizo Pacino para representar a Kervorkian.

Pero mejor es que lo vean ustedes mismos.

miércoles, abril 21, 2010

EL MISTERIO R.S.

Anoche, en plena madrugada, estuve en un karaoke. Sí, suena raro, pero ahí estuve. Ya saben cómo son: nadie se toma muy en serio las cosas y las canciones son maltratadas de una manera asombrosa. Siempre me pareció muy raro ese berretín de ir a cantar como si uno estuviera en una ducha, sin importar mucho nada, mirando a la mesa en donde están los amigos y el público restante tiene que soportar las extraordinarias desafinaciones.
Alguien me dijo: “Subí a cantar” y supuse que podría hacerlo sin mucha dificultad, así que redoblé la apuesta; tenía que cantar algo muy distinto a lo que hago generalmente, así que pedí un tema de Sandro y me obligué a cantarlo muy en serio.
Canté “Porque yo te amo”. Nunca había cantado algo de Sánchez en público y, aunque siempre lo había sospechado, fue en ese momento, mientras usaba la luz del proyector de la letra como luz de seguidor, cuando me di cuenta de la importancia de Sandro como intérprete y como compositor. El resultado fue óptimo y no por mi capacidad escénica, si no porque la canción es buena. Si uno se toma el trabajo de olvidarse que está en un karaoke y no le teme al público (y no le da la espalda como hace casi todo el mundo), la canción te lleva adonde querés ir sin mucho problema, y el público deja su conversación en la mesa y se concentra en el escenario. Eso es virtud del autor y nada más que del autor.

No se sabe hasta dónde el tema fue compuesto por Sánchez y por Anderle (quién puso cada frase o cada acorde), pero evidentemente han hecho un gran trabajo.

Pero falta algo más, un plus…

En eso pensaba cuando volví a casa: en el misterio de Sandro. Tomemos la canción como parámetro; aunque buena, no es muy compleja, seis acordes como mucho. La letra es bien descriptiva y bastante directa, no presenta muchos problemas. Pero funciona, quizás por su estructura dramática, su cadencia que arrastra a la siguiente frase y porque tiene gancho. ¿Pero el plus? Es que lo cantaba Sandro y todo lo convertía en una especie de obra de teatro genial. La canción está pegada a Sandro y Sandro a la canción. Como Gardel. ¿Alguien se imagina a Gardel en camiseta jugando al fútbol?
El secreto de esos genios de la interpretación y composición, aparte del talento (obviemos eso porque lo damos por entendido) es el misterio. Gardel y su novia eterna. Sandro y la pared en Banfield. Eran perfectos fantasmas que existían arriba del escenario y cada tanto alguien decía haberlos visto en algún lado (lo cual acrecentaba el mito: “lo vi a Gardel jugando a los naipes en Los Inmortales” o esas historias en donde Roberto Sánchez iba al chapista en Puente Alsina y la gente dudaba si era él o no).

Entonces cuando uno canta una canción de Sandro, o de Gardel (ya que lo hemos traído a la conversación, pero en este caso es Sandro), no se escucha sólo la canción, se escucha todo: el mito, el misterio, la pared en Banfield, el chapista de Puente Alsina, el carisma, el talento compositivo, el extraordinario y brillante dominio escénico, la bata roja, el whisky, el cigarrillo, el no cigarrillo y todo lo que uno supone y no sabe.

Eso lo entendí anoche mientras cantaba su canción y la responsabilidad se hacía mayor porque la gente guardaba silencio y miraba con atención. Ahí supe que Sandro es grande. Muy grande, y que su música hay que tratarla con mucho respeto.

domingo, abril 11, 2010

MI ABUELA

Mi abuela Olga se ha muerto en mis brazos.
Muchísimas veces me pregunté cómo sería ese día; creo que cuando alguien muere todo lo que uno puede prever es inútil. Tal vez, a lo sumo, se puede estar más o menos preparado, pero una muerte es algo que, aun sabiendo que es una posibilidad, se convierte en un descalabro.

Mi abuela no ha sido sólo mi abuela. Fue mi madre. De hecho, viví hasta su último día con ella y pasé más años con ella que con mis padres reales. Fue mi abuela quien me crió y quien se ha preocupado hasta último momento por todas mis cosas. Tuve la suerte de verla lúcida hasta el final y por suerte no ha pasado por internaciones ni nada por el estilo. Simplemente no se sentía bien, la agarré de las manos y se murió. Quizás hubiera tenido tiempo en esos minutos de llamar a un médico; recién cuando se desvaneció le pedí a mi hermano menor Octavio (que fue su última alegría) que llamara a la ambulancia mientras yo intentaba las maniobras de resucitación. Hoy, casi una semana después, sé que aunque los médicos hubieran llegado diez minutos antes, no se hubiera salvado. Llegué a decirle “llamo a un médico” y me miró como diciendo “no tiene sentido”. Ella sabía bien que no había salida.

En ese momento uno reacciona como puede. Quizás no me falla la intuición cuando pienso que podría haber hecho más, pero hice lo que tuve que hacer. Sólo cuando llegaron los médicos pude quebrarme del todo y ahí perdí noción del tiempo. No sé qué hora era, ni cuánto tiempo estuvieron; ni siquiera recordaba que me habían tomado los datos. Mi hermano fue el que me puso en contacto con la realidad y me dijo todo lo que había pasado.
Cuando un familiar muy querido muere, siente culpa. Quiero decir: no sólo pudo hacer más antes, si no siempre. En mi caso he sido un pésimo nieto. Podría haberle dado muchísimo más. Me consuela saber que esa noche hablamos algunas cosas bastante graciosas y que estaba contenta. Me consuela también saber que no se murió sola, que estuvimos con ella.

Mi abuela fue una mujer increíble. Una persona muy inteligente y ética. Alguna vez le agradecí algo de mi conducta: sé que soy un mal tipo, pero si llego a tener alguna virtud, algo que me haga mejor persona, es gracias a ella, que me tuvo confianza y cariño, y a nadie más.
Una de las cosas con las que siempre me perseguía es con que se puede hacer todo. Ella misma tuvo que dejar a buena parte de su familia para poder estudiar (antes, que una mujer tuviera una carrera era algo muy mal visto). Pero lo hizo y terminó siendo una de las imbatibles médicas del equipo del doctor Florencio Escardó. No contenta con eso, fue Directora de Salud de la Secretaría de Educación durante la presidencia de Arturo Frondizi; y después trabajó hasta que la jubilaron de oficio. Creo que su mayor trabajo fue criarnos a nosotros. Hizo todo y más. No nos dejó solos nunca.

Hace unos días le pregunté por qué ya no se interesaba tanto por la medicina y me dijo “No es que no me interese; veo a los chicos con sus problemas y me frustra no poder hacer nada”. Dios sabrá a cuántos niños salvó.
Tuve mucha, demasiada suerte de haber podido vivir con ella toda mi vida. Fue toda una escuela. Incluso siempre estaba a la vanguardia: me había pedido que le comprara un teléfono celular y le pregunté si podría manejarlo; se echó a reír. Claro que podía manejarlo. Lástima que no pude comprárselo a tiempo. Le gustaba mucho el rock (nunca supe por qué), y las series policiales
Mi abuela fue la mejor persona que conocí y a ella le debo todo. A veces le decía “¿Vos te das cuenta? Mis ex novias y amigas me llaman para ver cómo estás vos; nunca para saber si estoy bien o si me hace falta algo. Lo único que preguntan es ‘¿cómo está Olguita?’”. Cada vez que le decía eso (que era completamente cierto), se mataba de risa. Todos la queríamos muchísimo.
Mientras escribo esto no siento ganas de llorar; claro que la extraño, pero me siento fuerte. Quizás ella me enseñó a ser así, porque era súper fuerte, y a la vez sensible y generosa (para aguantarme a mí tantos años hay que ser una persona muy, muy generosa y paciente).

Una vez me contó que Duke Ellington, después de comer en su casa, le había robado una estatua cuando ella vivía Tucumán (era de allí, pero estudió en Córdoba y luego vivió otra vez en Tucumán y Buenos Aires, hasta venirse a Buenos Aires del todo). Pensé que era un chiste o algo así; a los días confirmé que esa historia era completamente cierta y hasta figura en la biografía de Ellington. En verdad tuvo que regalársela porque a Ellington le encantaba (una escultura de madera, de dos figuras, en una sola pieza), pero abuela lo decía de una manera tan graciosa que daba a entender que entre eso y un robo no había diferencia.

El sábado pasado habíamos visto “Good bye Lennin” y le gustó mucho. Fue medio premonitoria. Más le gustó “El mismo amor, la misma lluvia” que la vimos hace dos semanas.

Abuela vivió como quiso y todo lo hizo muy bien. Ojalá cuando yo me muera llegue a ser la mitad de persona que ella; con eso estoy más que satisfecho. Le prometí muchas cosas en vida; las estoy empezando a cumplir. Me apena muchísimo que no llegue a ver lo que voy a hacer.
En todo lo que hago me ha apoyado, me escuchó mucho y me pidió que llevé adelante algunas cosas. Así será.

Ahora, con los días, voy confirmando que la muerte es injusta pero inevitable, y que esa soledad es sólo justificada por los recuerdos y por todo lo que uno aprende de los que se van. Y aunque creo que siempre queda algo por decir, sé que le dije muchísimas cosas a tiempo. No hubo una sola noche en la que no le agradeciera ni que le dijera que la quería y mucho (mientras le daba sus dos o tres caramelos de miel, que era su golosina favorita). Aunque en la balanza creo que le fallé, quizás algún acierto tuve. Espero que haya sido así.

No puedo más que agradecerle a mi abuela Olga por todo. Ella vio en este tipo opaco que soy alguna cosa más y le sacó brillo. Insisto: si algo tengo de bueno, se lo debo a ella.
Por eso, cuando alguien piense que soy un nene de mamá, puedo decir con mucho orgullo que se equivoca: soy un hombre de mi abuela.

miércoles, abril 07, 2010

GRACIAS

Muchísimas gracias a todos los amigos y familiares que se han acercado estos días tan complicados y dolorosos. Aprovecho mi blog (al que tanto quiero) para agradecer a todos.

Mañana o pasado si la voluntad me ayuda y pasa un poco la tormenta, contaré bien todo con respecto a este momento horrible y triste, para compartir un poquito aquí con los amigos, porque es justamente aquí donde yo me siento cómodo.

Mil gracias.