domingo, diciembre 07, 2008

SOBRE DIOS Y ALGÚN DESTINO

En Santa Teresa, figura aquella frase que dice que son más las lágrimas vertidas por las plegarias escuchadas, que por aquellas que Dios, piadosamente desoye.
Esta crónica no pretende ser un ensayo teológico, ni de pretensiones filosóficas o semiólogas. Aventuro a decir que ni siquiera es un ensayo por su breve extensión. Es apenas, con mucho esfuerzo, una reflexión.
Debo advertir al lector que quien escribe esto es un confeso agnóstico. No sé si existe Dios o varios. Para el caso es lo mismo, ya que mi opinión aquí, en un tema tan serio, no importa ni es relevante.
Recuerdo que una vez Bioy Casares dijo que era agnóstico porque era una pedantería decir “Dios no existe” como si acaso alguien pudiera afirmarlo. Tal vez en el fondo, todos aquellos que dudamos o descreemos, guardamos la esperanza de algún suceso extraordinario que nos demuestre lo contrario.
Afirmar la existencia de Dios, no permitir la duda, y darlo como única posibilidad, es también una pedantería. Por supuesto desde aquí no iremos a resolver nada (incluso espero, como una ambición, generar más confusión al asunto, aunque para eso hay que ser muy inteligente).

En una disertación sobre el Determinismo de Laplace, por el profesor Stephen Hawking, en la Universidad de Oxford, el físico llega a refutar a Einstein cuando dice “Dios no juega a los dados” y arremete con un polémico “Dios no sólo juega a los dados, si no que lo hace todo el tiempo y en cada lugar que puede”.
¿Por qué estos dos brillantes científicos (como cientos de ellos), usaron y usan a Dios en sus teorías?
Tal vez porque la ciencia intenta buscar un porqué; el funcionamiento de las cosas desde el plano lógico, pero a la vez, entiende (o sospecha) que hay un punto en que esa magnífica casualidad del orden universal, al ser perfecto desde una supuesta imperfección, no tiene explicación. Dicho de otro modo: nada en el universo sucede porque sí. Para que algo ocurra y dé origen a las cosas deben combinarse millones (infinitas) opciones, con otras incontables (también infinitas) variables. De esa combinación aparentemente azarosa, sucede todo. La gran pregunta es: ¿cómo puede darse entre esas infinitas opciones, la combinación justa que permita el nacimiento de las estrellas, la creación de los planetas, o la expansión del universo? Allí es donde muchos científicos dicen que eso es Dios, que esa genial combinación de factores es algo que no puede surgir porque sí; a partir de allí todo puede explicarse.

La religión, por su parte, no sólo dice que esa combinación es Creación Divina, si no que todo lo demás que puede explicarse desde la lógica, también es obra de Dios.
Si consideráramos el factor casual, debemos convenir que es una casualidad que no nos alcanzaría la eternidad para dejar de asombrarnos. Si lo hubiera hecho Dios, nos llevaría la misma cantidad de tiempo asimilarlo.

El destino es también algo digno de estudio y lleno de supersticiones.
Así como la religión enmarca estas cosas, y plantea un destino signado por Dios, otros sostienen, tanto ateos, como agnósticos, dos variantes disímiles: el destino es inexorable e inalterable por causas predeterminadas; o el destino está en manos de cada persona a través de su propia voluntad.
Quizás lo único que une a estas tres posiciones es el destino final, el de la muerte. De allí nadie escapa. Pero en el medio, se pueden optar por estas diversas creencias (si cabe el término).
Así como Sartre sostenía que el hombre es responsable por sus actos y forja su destino desde sus decisiones, algunos otros (no religiosos) terminan diciendo “he decidido, pero de algún modo ya estaba escrito”
Recuerdo la parábola de Oscar Wilde, que cité aquí alguna vez, sobre el libre albedrío, en donde cientos de raspaduras de acero se dirigían a un imán, convencidas de que lo hacían por determinación propia.
No creo que sea relevante optar por alguna posibilidad, pero sí creo que no está mal ayudar a que las cosas sucedan, aunque estén escritas de antemano (hecho que me permito dudar), y no dejar que todo ocurra azarosamente. Al menos no todo el tiempo. De todos modos, el universo (con todo lo que comprende, como la vida) nos sigue sorprendiendo.

Por último quisiera referir esta historia:

Cuentan las páginas transcriptas de un libro improbable, que un hombre (tal vez días atrás) quiso que su voluntad se inclinara hacia el cumplimiento de un deseo propio. El hombre no confiaba en la intervención Divina, probablemente porque nunca vio nada en donde Dios se manifestara.
Pensó que quizás Dios se muestra, casi como un recordatorio, en los desahuciados y en los que nada tienen. En aquellos que, por alguna razón, Dios parecía haber olvidado. Creyó, no sin inocencia, que Dios no se olvida de nadie, no por bueno, si no porque quizás no conoce a nadie. Si acaso inventó esas combinaciones milagrosas que dan principio al funcionamiento de un todo, aún no ha llegado a conocer la vida (hecho fortuito en medio de muchos otros infinitos hechos).
Pero también pensó que tal vez Dios prefiera no atender las plegarias, para evitar males mayores.
Aunque no descartó esta última opción, por piedad a los sufrientes, prefirió creer en la primera.
Y así pensó en su deseo. (Es probable) que haya levantado su cabeza como buscando lo eterno, y se dirigió al destino. Le pidió que cruzara, en ese destino propio, el hecho, el deseo que estaba buscando. Si el destino estaba escrito, pensó que el guión podría acelerarse, o simplemente era hora de cumplirlo. “Iré hacía allí, pero necesito que las líneas paralelas se crucen. De todo lo demás me encargaré yo” dijo.
Entendió entonces, que es mejor pedirle algo al destino y no a Dios, porque, conjeturó, que si hay un Dios, no vale la pena molestarlo con cosas mínimas, como el deseo propio, que al fin y al cabo, en un universo que ni Dios podría haber terminado de conocer, sería el grano más chico en medio de un planeta de arena. Y a la vez, si Dios existe, estaría demasiado ocupado atendiendo plegarias mucho más importantes.
“Si Dios existe, no está para resolver esta voluntad tan insignificante en medio del infinito; en cambio el destino, escrito o no, de algún modo es mío” se dijo a sí mismo y se quedó dormido.

Es una linda idea.

Por cierto, ese hombre de la historia, soy yo.

3 comentarios:

Adriana Menendez dijo...

una vez feinmann dijo algo así como que dios es el octavo pasajero, aparece siempre; si me acuerdo dónde lo escribió y luego lo encuentro te transcribiré la cita y si no trataré de recordar mejor su teoría, pero la memoria a esta a edad empieza a fallar, y como no sé si existe o no, no le puedo pedir que me ayude; porque en realidad si llegara a existir, diría algo como "mirá si te voy a ayudar a vos, que dudás de mi existencia", un quilombo bah. beso muy grande.

Marce D´Onofrio dijo...

ADRI:
Te agradezco mucho la cita. Está bien recordada porque está bien clara, así que no te hagas la de los olvidos de la edad y esas cosas, que sos joven (y aquí, hasta ahora, somos todos jóvenes).
Es un tema muy difícil hablar de Dios. Más difícil es creer. Maldigo el momento que pensé en hablar de esto, porque me tuve que ir a comprar las reflexiones de Descartes para recordar cómo comprobaba la existencia de Dios (no lo recuerdo y perdí la copia que tenía).
En verdad está bueno que un post motive a ir a comprarse un libro, lo que no está bueno es sentirse tan confundido al respecto.
Creo que si hubiera una tarjeta que pida una definición religiosa, yo diría "indeciso".

Si Dios se enojara, ahí habría una conversación muy, muy interesante.

Te dejo un beso grande.

B dijo...

calles innundadas, bolsas flotando en la vereda, diluvios,truenos, relámpagos, ...
la próxima tormenta eléctrica yo que vos por las dudas no salgo a la vereda, a ver si es Dios q se enojó y está buscándote al aire libre para darte un poco de corriente...
(es un chiste, eh, pero igual por las dudas no maldigas)