domingo, noviembre 30, 2008

LAS OTRAS NOCHES, LAS OTRAS VIDAS

“‘Murió’, y su tenue imagen se perdió, como el agua en el agua”
Jorge Luis Borges

Alguien dijo una vez que la noche es la vida. Esta analogía no es arbitraria. Hay en cada noche, en cada intento de pasar las horas, una metáfora escondida, pero no tanto como para obviarla: allí, donde uno busca en planos confusos, está buscando algo que modifique su destino.
Alguien en el mundo (aunque quizás no el único) descubrió que la noche, en su aparente homogeneidad, esconde infinitos planos, infinitos mundos paralelos que sólo pueden ser advertidos por aquellos que buscan algo que modifique todo lo conocido.
Esa búsqueda no es otra cosa que un milagro. Los hombres confiados han visto el milagro en cosas sencillas, en amaneceres perfectamente explicables, en sucesos cotidianos que no guardan nada de extraordinario. Sin embargo, algunos más desconfiados no aceptan nada como milagroso.
Aquel que se dio cuenta de los planos nocturnos fue confiado y escéptico; me aventuro a decir que ha sido ambas cosas a la vez. Yo, que escribo este relato, me he encontrado con él en alguno de estos confusos planos nocturnos y lo ha visto divagar, mundo por mundo, intentando creer en algo, casi con desesperación.
Puedo decir, a riesgo de quedar como un loco, que ese hombre, ante todas las miradas, era un fantasma. Nadie que lo haya visto se atrevería a contradecirme.
Al comienzo, en las primeras conversaciones, pensé que estaba enfrente de un desahuciado que buscaba algo que no se encuentra, pero habiendo conversado con él varias veces, entendí que no sólo buscaba el milagro, si no que, de forma estúpida, intentaba explicar esos fenómenos.
Una noche, que podría haber sido cualquier noche, en una discoteca me dijo
- Fijate en esa rubia. No se fijaría en vos ni en mí, aunque fuéramos los últimos dos hombres en este local. Esa mujer, esta noche, es la mujer más linda del mundo. Tal vez no lo sea de verdad, pero aquí, para nosotros, lo es. ¿Sería un milagro que se acerque y quiera irse con alguno de los dos?
- Sí - contesté, sin pensar.
- No –refutó inmediatamente-. Parece un milagro, pero no lo es. Sería milagroso si se nos acerca y de golpe empezara a flotar hasta la salida. Sin embargo, hay algo de tu respuesta que es acertado.
- ¿Qué cosa?- pregunté, y ya no estaba. Parecía haberse desvanecido.

Hubieron muchísimas noches así. En diferentes lugares me encontraba con este personaje que me explicaba qué tan difícil era conseguir o encontrarse con un hecho extraordinario.
No volví a verlo durante muchos meses (tal vez años). No lo recordé más. Tuve esos olvidos que suceden cuando uno se cansa de la gente y ya no la ve; al principio, esas ausencias resultan aliviadoras y extrañas. Extrañas, quizás, porque uno sabe que en cualquier momento la tranquilidad se verá alterada ante una nueva aparición. Luego, uno se olvida.

Una noche, quizás antes de todas las noches anteriores, lo encontré (parecía flotar muy cerca del piso) en un bar. Se me acercó y dijo:

- Qué tal amigo. Veo que no se ha movido de este plano.
- ¿Ahora me trata de usted?- pregunté casi confundido sin entender a qué se refería cuando decía “plano”.
- Es lo mismo- dijo sonriente. - Pero te trato de vos si te parece mejor.
- No entiendo qué querés.
- ¿No te has dado cuenta aún? Estuve buscando un milagro, me moví por los planos de la noche, que es donde sucede la vida, y vos aquí de lo más tranquilo.
- ¿Y yo qué tengo que ver con ese milagro?
- Fácil. Yo estoy muerto. Muero en cada lugar. Vivo en imaginaciones, en momentos que se van; quizás vivo en la memoria de alguien, pero da igual. Me muevo por las noches, que son solamente una, pero que se convierten en infinitas. Ante cada posibilidad, se abre una puerta. La misma noche guarda probabilidades incontables. Cuando surge algo nuevo, o una posibilidad, muero en ese plano y revivo en otro. Para que suceda el primer milagro, deberías creer en mí.
- Bueno, imposible no creer. Estamos aquí hablando- dije ya harto de ese discurso improbable.
- Sí, pero sin darte cuenta de la gravedad del asunto. Estoy condenado buscando un cielo. Ese cielo es el Milagro Absoluto. Un lugar donde sucede todo lo que no debería suceder. Pongamos un ejemplo...mirá esa morocha (insistió otra vez con demostrar su teoría a través de una mujer). Esta noche, que es la misma que la anterior, o la que vendrá, esa chica es la mujer más linda del mundo. Obviamente no se acercaría nunca, pero si lo hiciera, sería solamente un plano más de las noches infinitas. Opciones, dentro de las dos primeras, hay miles; quizás venga, quizás no. Si ella sonríe, el destino habrá cambiado, y entonces yo volveré a morir, y resucitaré en el fantasma que sigue, que aunque parezca yo, no seré yo.

Creí comprender el fatídico mensaje. Antes de despedirme le pregunté:

- ¿Por qué decís que esta noche es la misma que vendrá?
- Porque si bien a mí me ha sucedido, a vos todavía no. Me refiero a tu otro yo, en esa otra vida.

Entonces se fue y yo también. Cuando salí, di un último vistazo a la morocha que, misteriosamente, me dedicó una sonrisa.
Fui hasta una discoteca a distraerme. En el camino sentí que la noche era otra; no puedo precisar si anterior o posterior, pero pude advertir que ya no estaba donde estaba hace un rato. Algo parecía haber cambiado.
Llegué, y me apoyé en la barra mientras miraba a la gente bailar. Alguien que me resultaba familiar pedía un trago al lado mío. Giré hacia él y un tanto abochornado aún por mi encuentro con el supuesto fantasma en el bar, pensando en lo que me había dicho, le dije a mi compañero de barra

- Fijate en esa rubia. No se fijaría en vos ni en mí, aunque fuéramos los últimos dos hombres en este local. Esa mujer, ésta noche, es la mujer más linda del mundo. Tal vez no lo sea de verdad, pero aquí, para nosotros, lo es. ¿Sería un milagro que se acerque y quiera irse con alguno de los dos?
- Sí - contestó, el hombre.
- No –refuté inmediatamente-. Parece un milagro, pero no lo es. Sería milagroso si se nos acerca y de golpe empezara a flotar hasta la salida. Sin embargo, hay algo de tu respuesta que es acertado.
- ¿Qué cosa?- llegó a preguntar, pero ya me había ido.

Salí del lugar ahora sí creyendo en la existencia del fantasma. No sólo era imposible no creer en él porque se hubiera sentado a hablar conmigo, si no porque, a esta altura es evidente, ese fantasma soy yo.
Ese fantasma anacrónico que no sólo anticipaba mi destino, si no mi propia muerte.
Soy yo aquel que busca incesantemente los planos nocturnos esperando que algo cambie para siempre. Fui también el que buscó la sonrisas imposibles, y el que advirtió, al que seré, sobre su infinita condición.
Allí, el fantasma del que fui y el fantasma que seré (y acaso este que soy) buscan revivir en cada noche, que es una misma noche. Por eso la noche es la vida, porque allí se esconde la esperanza del oportuno giro del destino.
Así como advierto que he sido todos estos hombres (porque conservo todas sus memorias e inevitablemente somos la memoria de los que hemos sido), también advierto que pronto dejaré de ser este hombre que parezco ser, para perderme en otros recuerdos y en otros olvidos; en las otras noches, que será una noche eterna, y en las otras vidas, que empezarán y morirán a cada hora.
Y mientras muero aquí, busco ahora el milagro que permita al próximo fantasma (o a todos los fantasmas superpuestos que soy) vivir aunque sea un rato más: la noche que el destino inexorable se modifique por completo. Un plano de la noche que me lleve a un instante, por más sutil que sea, que no haya existido, y que me permita creer que el final es sólo un paso.
Dicho de otro modo: busco un lugar, una noche dentro de todas las mismas noches, en donde todo lo que no deba suceder, suceda. En donde amanezca a las dos de la mañana. En donde la mujer más linda del mundo se vaya con alguna de mis otras vidas –o con este reflejo que soy-. En donde alguien de todos aquellos que añoramos (incluso también reflejos fantasmales) nos reciba con una sonrisa y nos diga “Gracias por venir, te estaba esperando”.
Eso, infiero, es el Cielo. Tal vez no haya mejor Cielo que ese.

2 comentarios:

B dijo...

el fantasma es el sí mismo que se te sale de adentro y desde afuera te habla. Qué interesante, D´Onofrio.

Esos sucesos los padecen las personas que no son simples, tenés razó (sin desprecio de las personas simples, por supuesto).

Ojo! que en la antiguedad le llamaban saturnismo. (no puedo explicar aquí lo que es)

Cosa aparte: por qué el milagro es que la mujer se acerque? Y si el milagro es que el hombre se proponga y ella se deje? Porque el hombre en el relato, nunca se propone...

Marce D´Onofrio dijo...

BLANC:
Justamente, el milagro está en la no intervención. Si hay que andar proponiendo, ya es otra cosa. De todos modos esa parte de la historia la dejo para un cuento que creo que se llamará (imagino ahora) "la loca de al lado", que es una que se le proponen todos los hombres y ella dice, muy elegantemente "no".

No sé si no le sucede a la gente simple...cuando escribo estas cosas pienso en algunas complejidades que observo, es verdad, pero quizás, enamorarse, ya es todo un laberinto imposible, lleno de fantasmas y miedos y tal vez nadie esté a salvo de eso.

Cuando yo era chico (diez minutos atrás), el saturnismo era una especie de locura, o un estado de locura...no sé por qué recuerdo eso, ni si es un recuerdo o un invento disfrazado de recuerdo.

Te dejo un beso, y me voy, flotando espectralmente...