lunes, noviembre 17, 2008

EL TERCER SIGNIFICADO DE LOS NOMBRES AUSENTES

I
Intenté buscar a aquella mujer que amaba. No supe, no sé, quién era, ni quién es.
Estuve en todos lados, viví todos los romances que pude. Quizás, como decía Wilde, el amor sólo existe una vez; luego uno busca repeticiones de ese amor inicial.
Busqué en escritos, en hojas de cuadernos tachadas, algún rastro que estoy seguro haber dejado. Mejor dicho, alguien de todas las personas que fui ha escrito algo, algún nombre que pasé por alto y busco sin descanso, incluso mientras escribo esto.
¿Cómo puedo haber olvidado un nombre? Nadie tiene una memoria tan frágil; por lo menos nadie que se jacte de haber amado. Hay una trampa en todo esto: son más los amores no correspondidos que los que sí. Entonces podría decirse que entre todas esas mujeres que quise, aún sin que me quisieran, hay escondido un nombre que es la clave de esta búsqueda.
He fraguado este argumento con una precisión débil: me lo ha revelado un sueño. Qué estúpido hay que ser para creerle a un sueño. Quizás lo inventé, o no, pero una noche apareció en un sueño una mujer sombría que dijo cosas que me obligaron a seguir la pista.
Debo ser justo con el lector: esta temible confesión se debe a la falta de una trama concisa, súbitamente aparecida en ese sueño, que me obligó a trabajar sobre ciertos datos confusos e incompletos. Hubiera sido mejor escribir una historia de piratas, sin embargo este intento de dar con la mujer que completa la pista de un sueño, o el significado de un sueño más poético que personal, no es tan distante a una aventura de alta mar. A partir de la revelación, empezó la búsqueda del nombre y de la imagen de esa persona citada en el sueño, y luego, hija de la frustración por el fracaso en el intento, surge la trama que esconde este relato. Esto no es otra cosa que una excusa para justificar una historia que apareció por azar, ante la falta de trabajo en un argumento original
En mayo me encontraba escribiendo una novela a razón de un capítulo por día. Había decidido que no podía dejar de escribir hasta completar el capítulo empezado. Así estuve más de un mes. En la novela el argumento gira sobre la búsqueda de algo, o alguien que puede no existir. Como método sencillo para iniciar esa búsqueda, hice que el protagonista soñara con una mujer desconocida que luego encontraría en una reunión y no volvería a ver. Allí se desencadena la historia. La trama estaba dominada, no representaba demasiados problemas, hasta que empezaron a existir imperfecciones que debilitaban el argumento.
Intenté corregir el borrador, pero era demasiado tarde; estaba perdido. Rompí hojas, tiré otras y decidí empezar de nuevo, cosa que no hice. Estaba perturbado y cansado para seguir adelante. Confieso que por un momento temí por mi salud mental al obsesionarme por la historia. Tuve miedo de convertirme en el personaje del libro.
La última noche de haber corregido inútilmente el manuscrito inicial, me dormí trabajando. Allí, tal vez influenciado por la historia, fue cuando apareció la mujer sombría. Recuerdo el sueño perfectamente, y lo que es peor, recuerdo cada cosa que dijo la aparición.
Por respeto al lector, ya que bastante irrespetuoso soy al describir un sueño y un relato en base a esto, omitiré detalles, sólo diré lo importante. Cuando la mujer improbable se presenta, mantiene un diálogo conmigo. Menciona algunas cosas y personas (que eran parte de mi novela), y dijo: “el sueño de ese hombre es inverosímil. ¿Por qué se encontraría con una mujer a la que no conoce? No olvides que mientras dormimos aquí, estamos despiertos en otro lado y que así cada hombre es dos hombres. Tal vez él la conocía en ese otro lado, como tal vez vos mismo me conozcas y estemos hablando allí donde estamos despiertos”.
Quise saber su nombre. “En una página, de aquellas en donde algo signifique otra cosa, vas a encontrar un nombre. Ahí estoy, pero más importante aún es que ahí está la clave que buscaste toda la vida” Desperté sobresaltado. Jamás había soñado algo tan conciso y tomé nota con la mayor precisión posible de eso que había escuchado. Volví a dormirme.
Me desperté muchas horas después entre los borradores. Leí lo escrito en la madrugada; la letra era casi incomprensible. Me pareció que sólo había sido un sueño vulgar y desestimé el asunto, aunque había algo allí que me parecía conocido. De todos modos sospeché que muchas de esas palabras eran parte de mi inconsciente como una solución al libro; no me pareció acertado hacer caso a eso y decidí olvidar todo. Así fue como esa tarde comencé a notar que ya no quedaba mucho por corregir y empecé a tirar y romper las hojas como describí anteriormente.

II
Más allá de la torpeza en el aspecto temporal hasta aquí en este relato, intentaré no alterar la cronología de los hechos en adelante.
A mediados de julio un matrimonio amigo me invitó a pasar unos días en su casa de Montevideo. Decidí aceptar la invitación para comenzar a trabajar de nuevo en la novela aprovechando la tranquilidad de la ciudad oriental. El plan inicial era quedarme allí una semana, pero los hechos modificaron todo lo previsto.
Llegué un lunes, apenas después el mediodía. Llevé conmigo la computadora portátil, muchísimos cuadernos, y varios libros. En esos títulos estaban La Política, Noches Blancas, Allá Lejos y Hace Tiempo (ese espléndido libro de Hudson que releo todo el tiempo), Ficciones, el primer tomo de Las Aventuras de Sherlock Holmes y Un Campeón Desparejo. Debo aclarar que no estaba leyendo todos esos libros, si no que cada noche elegía uno y leía algunos pasajes, o los uso para robar ideas en lo que estoy escribiendo (hablo en presente porque aún llevo esa rutina).
Los primeros días fueron muy buenos y tranquilos; el excelente clima ayudó mucho y el frío fue bastante benévolo y débil. El miércoles a la noche, como casi todas las noches cuando voy al Uruguay, cenamos afuera. Cerca de la medianoche mis amigos regresaron a la casa y yo decidí caminar un poco por el centro. Conjeturé que sería maravilloso vivir en Montevideo, pero quizás fue esa clase de ideas que tiene todo el mundo que llega a algún lado. Caminaba cerca del puerto, miraba el mar y creía que el mundo era muy grande e inseguro. “No hay necesidad de ir a ningún lado” me dije y empecé a imaginar un mundo paralelo, pero con más imperfecciones. “De alguna manera eso ya pasa”, pensé riendo mientras recordaba que el universo todo lo va modificando, aún cuando nos negamos a ese cambio.
Llegue a la casa y me acosté a leer. Aquí empieza aquello que modificó mi manera de pensar. No hubiera empezado la búsqueda si esto que voy a describir no hubiese ocurrido. Cada tanto se nos presenta una señal; ante esa clave uno puede elegir seguirla o no, pero a veces las señales son ambiguas y confusas. Se necesita algún dato que complete el significado de esa clave para confirmarla o refutarla.
Quizás fue una casualidad, (todo lo casual que puede ser algo que modifique la forma de ver las cosas), pero quise leer otra vez algún cuento de Ficciones a pesar de estar cansadísimo. Empecé con Tlön, Uqbar, Orbis Tertius. Hace mucho que no releía ese cuento; incluso creo que lo había leído sólo una vez hace muchos años, lo recordaba sin ninguna precisión. Mi mente no estaba en condiciones de entender todo el cambio laberíntico que Borges anticipa con la llegada del mundo Tlön, con sus rigores y su pasado impreciso. Allí estaba la pieza que completaba una parte del enigma que había aparecido en el sueño casi dos meses antes. Hay un pasaje del cuento que hizo de disparador (transcribo textual): “Otra, que el universo es comparable a esas criptografías en las que no valen todos los símbolos y que sólo es verdad lo que sucede cada trescientas noches. Otra, que mientras dormimos aquí, estamos despiertos en otro lado y que así cada hombre es dos hombres”.
Quise creer que lo que estaba leyendo era mentira, que fuera otro sueño imposible. Me incorporé de la cama casi desesperado; en el movimiento brusco tiré el vaso que estaba en la mesa de luz, pero casi no me importó. Fui a buscar mis cuadernos, repasé las páginas una y otra vez; busqué las hojas sueltas, miré cientos de veces. Encontré, al fin, lo que temía: la anotación en letra imposible con las palabras de la mujer aparecida en el sueño: “El sueño de ese hombre es inverosímil. ¿Por qué se encontraría con una mujer a la que no conoce? No olvides que mientras dormimos aquí, estamos despiertos en otro lado y que así cada hombre es dos hombres. Tal vez la conocía en ese otro lado. Tal vez vos mismo me conozcas y estemos hablando allí donde estamos despiertos”.
La frase transcripta coincidía, como una copia apócrifa, con las palabras escritas por Borges. No había estado leyendo esa historia, nadie me la refirió y no pude haberla recordado; no hubo respuesta al asunto. No sé aún cómo llegó a infiltrarse en ese sueño un pasaje tan breve de Tlön, Uqbar, Orbis Tertius citado a la perfección, camuflado entre más palabras de otra frase. Estaba tan sorprendido que apenas noté que me había hecho un corte profundo en el pie derecho por los vidrios en el piso.
III
Volví a Buenos Aires el jueves a la mañana. Sentí que no podía perder tiempo, aunque no sabía bien qué es lo que iba a buscar ni dónde. En el barco tuve demasiadas ideas, pero todas muy confusas. Necesitaba averiguar cómo había llegado esa oración a mi sueño. Creí hasta ese momento que las coincidencias eran posibles y nada sobrenaturales, una serie de hechos azarosos que pueden signar un destino porque sí. Ahí aparece la palabra clave: destino. En menos de doce horas había cambiado la forma de ver las cosas vitales. Si hasta el día anterior creía que una vida estaba hecha de coincidencias, en el viaje de vuelta confirmaba para mí que todo está predeterminado.
No existe una base lógica para esa conclusión, pero soñar a mujer que da un concepto, que luego es anotado con exactitud en una vigilia forzada y esa frase contiene una oración exacta tomada de un cuento que no es recordado, tiene la misma base lógica que una explicación psicológica podría enmarcar; con todo lo lógico que tiene la psicología.
Ocupé esos días a estudiar mis propios escritos. Había en ellos símbolos y fracciones dignas del pasado de Tlön: inverosímiles, pero ligeramente creíbles en base a la sutileza del olvido del presente. Pequeños cambios, algunos escandalosos, pero que al sustituir la realidad, aunque sea en fragmentos, se van convirtiendo, a fuerza de estar allí, en verdades.
Encontré tantos nombres disfrazados que no sabía a quién correspondían. Cuando leía Andrea, podía estar refiriéndome a alguien que se llame Victoria. Ese caos de nombres se convirtió en un nuevo orden, en un tercer significado. Ya no podía identificar qué mujer se escondía detrás de un nombre. La mentira, con discreción y perseverancia, se había convertido en realidad.
IV
Estaba rendido completamente. Si los viejos significados no valían nada y yo tenía razón al creer que todo está predeterminado, me entregué a ese destino; a creer que no había nada por hacer y que no habría forma de modificarlo.
Comencé a pensar que todo lo que uno haga es inútil porque, al fin y al cabo, nada modificará el destino de los hombres. Esos destinos, en conjunto, forjarán un nuevo capítulo en una historia que tiene infinitas variables y que podrán significar algo para alguien, y luego será, indefectiblemente, parte del olvido. El destino es el olvido. Por eso todo se modifica sutilmente, porque olvidamos lo que hubo antes. Ese mundo grande e inseguro que había visto en Uruguay, ese mundo paralelo que había imaginado también, son la misma cosa.
Me dormí entregado al destino, y esa noche comenzó la primera parte de la respuesta infinita.
Soñé con la misma mujer sombría. Sabía que estaba soñando; lo advertí a tiempo y quise preguntarle -sospechando que no la vería otra vez- cuál era el nombre que debía buscar.
“No lo prolonguemos más”, dijo y la mire como si acaso la quisiera.
“Buscaste y encontraste algo nuevo: la incertidumbre. Puedo decirte que yo soy ese nombre que buscabas, porque no tengo nombre. Ahora soy un nuevo símbolo. Yo soy todas las mujeres, o mejor, todas las mujeres que nunca quisiste o no conociste. Soy todo lo que no ha sido en tu vida. Todas las mujeres que faltan para completar la historia, no sólo la tuya, si no la de ellas. Quizás por cada persona que amamos, hay otra que nos quiere y ni siquiera sospecha que nos conocerá, y si nos conocen, entonces seremos una ausencia presente; una sombra de una sombra y de un anhelo. Ahora vas a tener que seguir buscando, no para encontrar, si no para completar una parte muy pequeña de tu historia y de quien te quiera, y así, lograr nuevos significados y lograr nuevas ausencias”
Desperté aliviado pero con la angustia de entender algo. El sueño es parte del destino de ese que soy mientras duermo. Ese que soy en aquel lugar que imaginó Borges. Aquí, mientras tanto, siendo la vigilia de mi yo paralelo que duerme, sigo solo.

Con respecto al nombre entendí que no importa cuál es, tal vez porque en esa ausencia está la clave. Un orden, una secuencia que merece y debe ser completada desde todo aquello que no está.
Cuando algo comprende diferentes piezas y todas ellas están, el símbolo será uno solo. Pero cuando la figura es incompleta y no puede entenderse, su significado es infinito al igual que sus probabilidades.
Así también es el amor que no es. Habrá que encontrarle, entre las infinitas posibilidades, un significado parcial, aún cuando nada significa algo. Por eso en las ausencias imperceptibles, en las ligeras modificaciones, al igual que en los sueños, el universo se manifiesta; nos da a entender que algo falta, que puede tener un significado o que todo puede ser perfectamente inútil.
Por eso son más los amores no correspondidos que los que sí; porque todo es ausencia. Y si llegara a existir algo y tener un sólo significado, tarde o temprano se perderá y será otra cosa.
Así como son más los lugares en los que no estamos. Eso somos: todo lo que no es y todo lugar que no hemos visto.
Mientras, el universo sigue su curso infinito. Modificándolo todo con señales apenas perceptibles. Nosotros creemos que todo es igual y que todo guarda algún sentido. Lo infinito, con sus cambios y sus olvidos, demuestra lo contrario.

6 comentarios:

B dijo...

TENÉ EN CUENTA QUE PARA LEER ESTO HAY Q DISPONER DE TIEMPO...
HASTA LUEGO (HASTA Q LO LEA)

Adriana Menendez dijo...

hay muchas frases en este texto que me gustan, pero hay dos que son superiores: "la mentira, con discreción y perseverancia, se había convertido en realidad" y eso de que "en la ausencia está la clave"; es un texto con mucho contenido, sobre todo en los últimos párrafos. beso muy grande.

Marce D´Onofrio dijo...

Blanc//:
Es verdad, ¡pero yo creo que sos muy optimista! No sólo hay que tener tiempo, si no voluntad y ganas de torturarse con semejante historia maltrecha. Así que no te apusres a leerlo, porque hasta capaz luego decís "¿para esto perdí tiempo?".
Lo que más me apena es que nunca te encuentro en msn (culpa mía, por mis horarios imposibles), pero ya tendré oportunidad de aburrirte más aún.
Un beso muy grande.

ADRI:
Muchísimas gracias. Has captado las entrelineas, que es el lugar donde duermen, esperando ser descubiertas, las álgebras de este relato tan mal escrito (a los dos segundos de haberlo subido ya estaba arrepentido, no hice las suficientes correciones), y es por ese contenido escondido que uno escribe.
Te agradezco muchísimo tu observación, porque diste en la tecla exacta.

Un beso enorme y muchas felicitaciones por la merecídisima crítica del libro que te han hecho (que se puede ver en el blog de Adriana)

Anónimo dijo...

si no fueran las tres de la mañana y estuviera en el estado que estoy, tu sabes, leeria todo, pero no sobrevivi al primer capitulo, igualmente me gusto, tengo que leerlo todo en otro momento y ya te lo comparare con cosas personales como siempre y terminaremos ahciendo chistes sobre las mujeres, jaja, abrazo.

Marce D´Onofrio dijo...

Gigy: Si leer este relato de día es díficil, me imagino que a las tres de la mañana debe ser imposible.
Le cuento a los lectores que mi amigo Gigy, (que se hace llamar don-ofrio)cree por una razón muy extraña, que todos mis relatos hablan sobre mí y me tortura con afirmaciones del estilo "a mí no me vas a negar que estás hablando de Tal o Cual chica" y yo lo miro como si me hablara en chino.
No entiendo por qué está tan obsesionado con adivinar si hablo o no de alguien, pero me divierte que intente develar un misterio que nunca, ¡nunca!, sabremos.
Es verdad, sí, que hacemos chistes sobre mujeres. Más precisamente sobre las que han salido con nosotros, pero creo que lo hacemos para reírnos de nuestra trágica suerte en los temas afectivos.
Así que yo saludo a mi compañero de desventuras Gigy, que es un amigo noble y al que me gustaría ver más seguido, como cuando corríamos a las profesoras lindas de la facultad (cuenta la leyenda que él ún día se quedó solo en un aula con una que lloraba y lloraba. Vaya a saber qué le dijo a esa mujer para que llorara así).
Un abrazo grande Gigy, a ver cuándo volvés a la radio.

Adriana Menendez dijo...

"la ficción es ese lugar donde todos somos inocentes", dijo sánchez sorondo hijo.