jueves, enero 31, 2008

VEINTIDÓS SEGUNDOS

Ella se despierta casi siempre a las siete de la mañana, excepto los fines de semana, que duerme hasta las diez. Se le hace imposible dormir hasta el mediodía.
Antes de salir a trabajar se mira al espejo para confirmar su belleza. Desde allí la miro.
Camina hasta la oficina por la Rue Vaneu , que luego de cruzar la Rue de Varenne, se convierte en la Rue de Bellechasse. En total hará unas cuatro cuadras en el sentido de los autos. A las seis de la tarde vuelve a su departamento. Es un lugar muy lindo. Siempre ha tenido muy buen gusto para decorar casas y ha logrado mantener un estilo, su estilo, en todo el ambiente.
Después de ducharse suele comer afuera, sola o en compañía. Las veces que vuelve sola se acuesta temprano. Puedo quedarme horas viéndola dormir. Trato de acercarme, pero no puedo. Quisiera volver a acariciarla, pero mi condición me lo impide.
A veces en la madrugada divago por la du Blanc y me quedo en des Tuileries pensando en la desdicha de ya no ser.
París es grande para alguien que camina sin sentido alguno. La tristeza se lleva mejor con las distancias. Camino en contramano sin saber bien adonde vuelvo. Tal vez paso por el mismo lugar miles de veces.
Desde du Blanc hasta la avenida Córdoba en Buenos Aires, hay un trecho enorme que puedo cruzar en sólo veintidós segundos.
La rutina es la misma: se levanta cerca de las siete y antes de salir se mira al espejo. Desde allí la miro.
Ella jamás se entera que la miro. No sospecha que cuando se mira, dentro de esos ojos estoy ahí mirándola. No sospecha que mientras duerme estoy ahí mirándola dormir. Que mientras sueña estoy intentando desesperadamente infiltrarme en ese sueño.

Alguna vez fui un hombre que pudo acariciar, ser el objeto de la mirada de aquellos ojos, ser parte de los sueños. Los recuerdos nos hacen inferir improbables situaciones. El recuerdo es un anhelo hacia el futuro.
Mientras me muevo como una sombra errante, juego a verme en otros ojos. Porque mi sombra ya no es mi sombra. Porque los ojos ya no me miran.
Yo soy un recuerdo, una percepción equivocada de alguien que fui; pero soy un recuerdo olvidado.
Ella es también un recuerdo, pero un recuerdo certero.
Cuando fui real, fui de todos modos un error de los sentidos. El amor, el deslumbramiento, es la errada percepción del otro. El olvido, sin embrago, tan infame como el hecho de ya no ser, nos convierte en reales porque quien ha sido olvidado es entendido como alguien concreto.
Por eso, el recuerdo que nunca soy, el recuerdo olvidado, y mi recuerdo de ella, me convierten en un fantasma. Un fantasma que divaga por Buenos Aires, por París, por cualquier lado. Lo mismo da.
Por eso ella jamás sabe que yo la miro desde sus propios ojos, desde su reflejo: porque el recuerdo olvidado, el fantasma, está, pero no está.
Y entonces, ella también es un fantasma, sólo que un fantasma que percibo, que entiendo de su existencia, porque vive en mi recuerdo. Sólo que no me mira desde ningún reflejo, no me acompaña mientras duermo, no busca entrar en mis sueños; ni siquiera sabrá de estas palabras. Y por eso la recuerdo, como he dicho antes, pensando en la desdicha de ya no ser.
Yo, mientras tanto, recorro todos los lugares en veintidós segundos como un fantasma ineficaz. Porque para existir un recuerdo debe existir un olvido, y a ese lugar, a ese destino estoy confinado: a no ser percibido por los ojos. A ser sólo un fantasma del olvido que busca sin buscar, ser por una vez, sólo una vez, un fantasma recordado.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

la memoria sabe que recuerdos debe guardar enteros, diria mi querido amigo julio. pero los recuerdos que son olvidados, ironicamente, no son recuerdos. en ese caso que son? o a caso ya no son nada. ergo sum tkb, la efimeridad de las cosas hace que realmente puedan dejar de existir.
si no somso recordados, si no dejamos nuestra huella es como si nunca hubieramos existido, pero tambien, que sentido tendria existir ahora si dejaremos de existir. vamos a ver que pasa despues de que estiremos la pata, si eso significa ir de aca para alla en 22 segundos, bienvenido sea. creo

Anónimo dijo...

"El recuerdo es un anhelo hacia el futuro... Yo soy un recuerdo, una percepción equivocada de alguien que fui; pero soy un recuerdo olvidado... Por eso, el recuerdo que nunca soy, el recuerdo olvidado, y mi recuerdo de ella, me convierten en un fantasma."

Con esta frase en particular me siento identificado totalmente. De hecho estuvimos hablando de eso ayer.

Excelente relato una vez mas, no tuve la oportunidad de leerlo tranquilo hasta ahora que te estoy dejando el comentario. Y bueno resume más o menos toda la charla que tuvimos ayer y otros días sobre recordar, ser recordado. De volver al recuerdo, tal vez..

Todavia no me decido a revivir el recuerdo. Tal vez porque como hablamos ayer, el revivirlo significa de alguna manera empezar de nuevo y al mismo tiempo empezar desde donde quedó.
Pero a lo mejor tambien es mejor dejarlo así como esta, como un recuerdo que aparece cada tanto, cuando uno se pone a recordar (que redundante) o se pone melancolico.

Saludos Marce!!!

P.D.: Te invito a pasar a ver mi relato, algo largo, creo que esta vez les di para entretenerse un rato en mi blog. Igual en cuanto a relatos y cuentos, usted es el capitan!!!

Anónimo dijo...

Me gustó mucho Marce.
Es todo cuanto tengo para decir.
Beso grande.

Anónimo dijo...

Me gustó mucho Marce.
Es todo cuanto tengo para decir.
Beso grande.