jueves, enero 17, 2008

EL ÚLTIMO CHANCHO DEL MUNDO

A quien encuentre esto:
Teniendo en cuenta las raras circunstancias en que fue escrita esta suerte de bitácora, infiero que ya nada es como lo conocemos, en el presente que usted habita (que es mi futuro). Si bien ésta es una investigación que espero quede archivada y documentada para las generaciones venideras, puede también, teniendo en cuenta lo que sucedió, perderse en la nada; por eso pido una enérgica evaluación del asunto y también que este diario sirva como un registro de las formas de vida tal como la conocemos hasta hoy.

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Han pasado sólo cien días desde las últimas muertes de los chanchos que quedaban. Hemos estado intentando averiguar si la epidemia que fulminó a los porcinos es un producto de laboratorio. Es casi seguro que sí. De todos modos no hemos podido avanzar en el asunto. Mis colegas han cambiado de objetivo con respecto al asunto cerdo: las vacas han mutado su fiebre aftosa por una fiebre que las deshidrata en 12 horas, matándolas sin poder hacer nada antes por salvarlas. La fiebre aviar ya era una amenaza, pero no pudo eliminar más que algunas gallinas. Hoy una especie de enfermedad que selecciona animales, mata a las especies y no podemos evitar ni el contagio ni la muerte. Como he dicho, apenas han pasado cien días desde la extinción de los chanchos en la Tierra y ahora las vacas están desapareciendo al mismo ritmo.

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El doctor Richard Mainstrom, experto avanzado en genética, también sostenía en un principio que esta enfermedad era un producto artificial. Sin embargo ha abierto una puerta a la sospecha natural. En uno de sus últimos mails decía (copio textualmente) “Es factible, como sospechamos, que la enfermedad sea una creación humana. Pero también puede ser una mutación. Lo extraño es la llegada del asunto a las vacas. Parece que no hay tiempo para nada. Usted mismo ha visto que no hemos llegado ni a estudiar la cadena total de proteínas modificadas en los cerdos tras la enfermedad, que ahora tenemos nuevas víctimas. (...) Usted tiene razón: es como tomar arsénico. No hay rastros de nada. Si fuera el invento de un loco, o de un laboratorio para generar una vacuna y cobrarla millones de dólares, por lo menos dejarían una pareja de animales viva. Tal vez se les haya ido de control, o tal vez ha llegado la hora en que la naturaleza comienza a terminar con todo. En Londres me dijeron que hay gente que está muriendo. Aquí en New York se han declarado muertes también un tanto inexplicables. Ayer mismo estuve atendiendo en el Cedar´s Sinai a gente con la misma sintomatología (seis de ellos manifestaron alucinaciones), y puedo decir algo categórico: no existe prueba alguna, ninguna, de que la fiebre mute en humanos como una influenza. Estas muertes ocurren todos los días, sólo que la desaparición de los cerdos y la llegada de la enfermedad a las vacas, ha sugestionado de manera considerable a las personas. Deberíamos hacer una campaña para calmarlos. Figúrese: anoche un paciente con cirrosis, con una inflamación en el hígado del tamaño de un microondas, murió en pleno transplante. Cuando la mujer de éste se enteró, le dijo al médico: “No tendría que haberlo dejado comer ese jamón hace meses”

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El doctor Mainstrom tiene razón. La sugestión comienza a notarse. Entiendo que los demás médicos, en todas las áreas, estén yendo hacia donde va la enfermedad, pero creo que es necesario aún investigar a los cerdos. Debo asumir que es muy extraño un mundo sin productos porcinos (sé que es una superficialidad en medio de una catástrofe, pero es también mi forma de asumir lo que sucede). Si bien voy al campo muy seguido, no tuve mucho contacto con estos animales; soy un hombre de ciudad. Hubiera sido interesante ver chanchos en la ciudad, sueltos, corriendo. Por lo menos eso sí hubiera sido interesante. De todos modos a este paso, pronto no habrá vacas, así que será mejor contemplarlas ahora. Si el ritmo de la muerte ovina es parecido a la porcina, entonces calculo que en unos cinco meses no habrá ningún animal de esta especie. La pregunta estrella es por qué los toros no han empezado a morir aún. No se puede determinar. En los cerdos no hubo distinción de género, murieron todos...tal vez sea una variante de la enfermedad.
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Recibí en el contestador un mensaje de la doctora Sarponte, médica veterinaria. Había llegado desde Córdoba en el primer vuelo de la mañana y pidió encontrarse conmigo; dijo que era algo urgente. Ya había hecho yo un trabajo de investigación con la doctora Sarponte cuando la fiebre aviar (adjunto archivos junto a este documento de esos resultados para su futuro análisis). Me citó en el bar del hotel que se hospedaba. Cuando llegué tenía cara de preocupada. Estaba tomando un café. Luego de los saludos de rigor dijo que era muy factible que la enfermedad sea una epidemia imparable que se refuerza en cada especie y acorte los tiempos de ataque y contagio. Así como había empezado con la gripe aviar de manera fallida, tomó poder en los cerdos con fatal efectividad, y en mucho más corto plazo atacó a las vacas. Resaltó que no iban a pasar otros cien días después de la caída del último ejemplar ovino para que atacara otro animal, si no que esto iba a suceder durante el proceso vacuno y que por evolución, de un momento a otro, llegaría al hombre. Mostró estudios proteínicos efectuados en su laboratorio y la cadena dejaba intuir que la enfermedad se propagaría muy pronto en los humanos (adjunto copia de estudios). Después de eso explicó lo peor; dijo que había llegado a Buenos Aires por insistencia de una colega del Ministerio de Salud quien recibió una alerta extrañísima: diversas personas habían visto un chancho en una zona aislada de la provincia. Un chancho con vida era una esperanza enorme. ¿Podía un animal escapar a una epidemia de su raza que se contagia con sólo respirar? ¿De millones de cerdos en el mundo, uno sólo pudo sobrevivir y estaba aquí? Pasaron cien días y ese chancho no murió Si existía una cura, podía estar en la predisposición genética de ese animal. No hubo ninguna noticia de avistamiento de chanchos en ninguna parte del mundo.
La doctora Sarponte había llegado para armar un equipo de búsqueda y estudio, con laboratorio móvil incluido, para encontrar a ese animal. Me pidió integrar el equipo y dije que sí, pero decidí salir inmediatamente ya que estábamos contra reloj. Eran las tres de la tarde, si la luz ayuda, el equipo completo saldría a las 6 de la mañana del otro día. Tomé la ubicación, hablamos con la médica que recibió los avisos (que forma parte del equipo) y me fui a casa a buscar mis cosas.

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Salí en la camioneta a las 5 de la tarde. Me dirigí en sentido sur. Manejé, según la ubicación que me dio Sarponte, durante tres horas. Paré en el pueblo desde donde se efectuaron los llamados. Algunos vecinos habían notificado a la comisaría la aparición de un animal, presumiblemente un chancho, pero ninguno, de los nueve que reportaron el hecho, se animó a acercase por miedo al contagio. La policía efectuó una búsqueda fallida, pero dieron aviso al Ministerio de Salud Bonaerense, y este a su vez al Nacional. Casi dos días después de este aviso estoy aquí, a las nueve de la noche, hablando con los vecinos, la policía y los médicos locales. Uno de los testigos describe al animal “parecido a un chancho”. La descripción coincide en casi todos, salvo en Don Eugenio, un señor simpático pero de carácter difícil, quien afirma que se trata de “un jabalí chiquito”. Doña Rita, la dueña de la pulpería, me ofrece pasar la noche en una de las habitaciones para huéspedes. Decido que lo mejor es dormir en pleno campo, cerca de donde se vio al animal. Ahora mismo, mientras escribo esto, estoy dentro de la carpa, intentando comunicarme por teléfono celular.

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(Trascripción del grabador con ligeros ensamblados posteriores –adjunto la cinta con este documento-)
Esta mañana amanecí muy temprano (6 am). La búsqueda debe ser continua, no se puede perder tiempo. El equipo se dirige hacia aquí; el día nos ha ayudado: está claro y despejado. Estos terrenos son difíciles; la geografía del lugar no es llana, si no más bien se asemeja a una pequeña selva. Si usara la camioneta podría entorpecer la misión. Camino durante dos horas buscando al cerdo. Sé que tiene que estar aquí. No sé porqué les creo a los campesinos, pero parecen convincentes. Lo relatos son sencillos: “vi un chancho”. No puede haber equivocación con eso, y mucho menos teniendo en cuenta que el animal está extinto. Paradójicamente ese mismo argumento aumenta la fantasía: de la misma forma en que el doctor Mainstrom explicaba lo de la sugestión ante cualquier síntoma, los vecinos del lugar pueden ver un perro y creerlo un chancho. El calor es fuerte y ahora que pienso en esto, insisto en preguntarme por qué el único sobreviviente de una plaga se encuentra tan cerca nuestro. Estas cosas suceden en otros países, generalmente muy lejanos, pero casi nunca la probabilidad de una cura está dejándose ver en los campos de la Provincia de Buenos Aires. Mi celular no tiene señal, pierdo contacto con el equipo, mi grabador funciona. Creo que ya son dos horas y media. ¡Veo al chancho!

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Es increíble... el único chancho del mundo enfrente mío. Está cerca de una piedra, tomando agua. Advierte que estoy aquí, sale corriendo. Lo persigo apenas...vuelve solo. Me mira detrás de un árbol. Se lo ve sano y ágil. Quiero sacar de la mochila el arma con anestesia. No sé porqué no la llevaba en la cintura. Aparentemente no hace falta apurarse, el cerdo está tranquilo, investigando con la mirada...parece mantener cierta precaución, como si entendiera lo que pasa...Me sigue mirando muy atento a cada movimiento. Admito que me da un poco de miedo estar con el último ejemplar. No sé si está infectado o no, pero está aquí. Saco el arma; con cierto nerviosismo cargo el dardo con una ampolla tranquilizante...
“Guarde eso” escucho. Me doy vuelta asustado y tiro la ampolla. Hay alguien más aquí.
- ¿Quién está ahí?- Grito, más por nervios que curiosidad.
- Guarde le digo, no hace falta eso-.
No creo lo que veo. Quedó callado unos cinco, seis segundos...podrían haber sido dos horas.
- Dejesé de esas cosas, ¿no ve que estoy aquí solo?-.
Podrá el lector creer que es mentira lo que escribo, la cinta que adjunto me dará algún crédito. Quien me dio esa orden fue el chancho. Pensé que el calor, sumado a la emoción del descubrimiento estaban haciéndome alucinar. No sería raro.
- ¿Para qué me quiere disparar?- Preguntó el cerdo con tono de paisano. No pude dejar de mirar al animal...la presión me bajó y sentí que iba a desmayarme.
“Contestemé. ¿Para qué me quiere disparar? ¡A usted le pregunto! ¿Ve a alguien más aquí?” Dijo, casi indignado con mi silencio.
- Disculpe, pero debo dispararle para llevármelo a hacer un estudio-. Contesté siguiendo el juego de la alucinación.
- ¿Un estudio?-. Dijo. – Usted está loco. ¿Para que me quiere llevar a estudiar?
- Porque usted es el último ejemplar de su especie...señor.
- ¿El último? ¿El último de qué?
- De su especie, señor. ¿Qué no sabe que no hay más cerdos?
- Yo soy un chancho señor, tengamé respeto que yo a usted no se lo falto.
Me di cuenta en ese momento de que no estaba alucinando nada. Ese chancho me estaba hablando a mí. No sólo era el último chancho, si no que hablaba, si es que yo no estaba volviéndome loco, tal como empecé a sospechar.
- ¿Por qué dice que no hay más chanchos, eh?-. Preguntó casi enojado.
- Porque una enfermedad muy rara los mató a todos...menos a usted.
- ¿ Y cómo sabe eso?
- Porque hace más de cien días que se han extinguido. No ha quedado ninguno en pie.
- O sea que soy el último chancho del mundo.
- Así es. El último chancho del mundo.
- Eso explica muchas cosas. Mi novia ha muerto, mis amigos han muerto. Los vi en la estancia. Tuve miedo, pensé que los estaban envenenando los patrones y me fui...¿Pero por qué han muerto entonces?
- Es lo que queremos averiguar, y usted nos va ayudar. Esta enfermedad se ha propagado a las vacas y no va a pasar mucho tiempo hasta llegar a los hombres.
Parece ilógico aún. Le estaba contestando a un chancho unas preguntas inexplicables. Más inexplicable todavía era que ese animal hablara. Evidentemente algo no andaba bien.
- Usted habla...
- Usted también-. Razonó en animal sin equivocarse.
- Los chanchos no hablan.
- Amigo, hay muchas cosas que usted no sabe. Me he pasado la vida entre peones, escuchándolos hablar, algo he aprendido.
- ¡Los animales no hablan!
- ¡Ja! Usted porque no ha visto al loro del patrón. Pájaro del diablo, puras malas palabras dice ese animal.
- ¡Los chanchos no hablan!-. Insistí, dándome cuenta de que esto era algo demasiado real.
- Pero yo sí. Si quiere dejamos de hablar y cada uno a los suyo.
Mis oídos empezaron a taparse, escuchaba la voz del chancho cada vez más lejana. Caí desmayado.

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Desperté pensando, como cualquier desmayado que vuelve en sí, que había soñado todo eso. Abrí los ojos y tardé unos segundos en darme cuenta dónde estaba.
-Amigo, ¡vamos! ¿Está bien?-. Decía el cerdo al lado mío. Reaccioné con miedo. Intente alejarlo con un brazo mientras gritaba como podía. Me incorporé torpemente.
- ¡Dejame en paz! Vos no existís. ¡Estás loco! ¡Andate!
- Oiga, yo no le he hecho nada. Pensé que se había muerto.
- ¡Estoy muerto!
- Pero yo lo veo vivo.
Entendí que esto era inevitable. No sé aún como explicar lo sucedido. Ya no era una mentira ni una ilusión. El animal hablaba y lo hacía bastante bien. Otra vez tardé en reaccionar. Dijo algo increíble:
- Yo sé que los chanchos no hablamos. Yo sí. Sé también que usted debe estar muy sorprendido. Créame, no quise asustarlo. Jamás hablé con nadie, pero viendo que usted iba a dispararme y que no encuentro a otros de mi especie, era importante comunicarme con usted, por lo menos para intentar saber adónde están los demás. Necesito ir con los otros.
- No hay otros-. Le dije. – Es usted el último que queda, por lo menos así lo indica todo.
- ¿Pero por qué nos ha pasado esto?
- No lo sabemos, queremos averiguarlo, por eso vine a buscarlo.
- Yo no sé calcular el tiempo...hago lo que puedo. Tengo hambre y me siento muy solo.
- Déjenos ayudarlo.
- ¡Pero me van a matar! Ya sé cómo son estas cosas...
- ¡No! Si hay una cura a este mal, está en su organismo.
- ¡Por eso! Me van a abrir a la mitad como a un cordero.
- ¡No, no!
- ...Por otro lado...si soy el último, ¿qué sentido tiene? ¿Para qué vivir si ya no hay nadie?
- ¿Un chancho melancólico?
- ¡Oiga! No se burle...el universo es demasiado grande para un solo chancho.
Puede ser que yo haya perdido la cordura, pero aun así valía la pena: el cerdo tenía noción del universo. No solo estaba presenciando un milagro al escucharlo hablar, si no que razonaba.
- Podemos clonarlo. Con usted podemos volver a recuperar la especie.
- Sí, es cierto...pero tal vez no sea del todo ético
- ¡Un chancho que no sólo habla, si no que viene con dilemas éticos! ¡Por favor!
- Es usted un prejuicioso...se ve que es porteño. Tal vez la naturaleza ha decidido que es hora de ir dejando el lugar.
- ¿Por qué usted sabe esas cosas?
- Como dijo Unamuno: tal vez un cangrejo pueda resolver para sus adentros ecuaciones complejas- contestó y me dejó perplejo (si es que se puede estar más perplejo en una situación tan inverosímil como esta). – A lo que me refiero-, prosiguió – es que no sabemos nada. Ni el universo ni la naturaleza se equivocan. No dan margen al error. Yo mismo soy la prueba: hablo, entiendo lo que sucede...eso, mi querido amigo, es un error, y mi especie debe ser eliminada por eso. El desequilibrio es inadmisible, por eso tal vez éste sea el precio. Yo soy la falla, y el universo no admite tal cosa.
El argumento era irrefutable. Un chancho sabio. Me preguntó si había estado enamorado alguna vez. Le dije que sí, hace mucho, y entonces dijo:
- El amor está lleno de ausencias. Si usted ha amado, al igual que yo, lo sabrá bien entonces. Todo lo que hacemos es para acortar las distancias de esa ausencia, pero eso podría también ser paradójico en un modo poético. Si en el amor hay ausencia, llenar ese vacio puede arruinar el amor. No hay lugar para las paradojas. Que los chanchos se extingan pero haya uno vivo, es una paradoja. Peritamé no ser cómplice en el desequilibrio universal. Déjeme ayudar al exacto accionar del universo. Dejemos, por una vez, que las cosas sucedan.
Empecé a sentirme mal. El calor se hacía insoportable.

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Desperté en mi camioneta. La doctora Sarponte y otro más del equipo venían conmigo. Yo iba atrás, con paños fríos. La fiebre era alta. Era de noche.
- No trates de hablar, ya vamos a llegar-. Dijo Sarponte.
- ¿Dónde estamos?
- Camino a Buenos Aires. Estabas inconsciente. Estás con mucha fiebre. Quedate tranquilo. Te deshidrataste.
- ¡El chancho! ¿Dónde está el chancho?
- No hay chancho. No se pudo hallar. Mientras te traíamos, los otros tres se quedaron buscando, pero no hay nada.
- ¡Yo lo vi! ¡Habla!
- Descansá, ya vamos a llegar.
Pasé un día y medio en una clínica. Lograron bajarme la temperatura pero no me sentía nada bien. Me dieron de alta y una orden de estricto reposo con unos medicamentos que considero inútiles.
En cuanto llegué a casa me puse a redactar este informe. Mis manos no responden bien, apenas puedo escribir.
Intenté descansar y desperté otra vez con fiebre.
Desgrabé la cinta y se escucha mal. Apenas algunos diálogos, como si hablara conmigo mismo.
Tal vez el chancho, el último del mundo, fue un delirio provocado por la fiebre. Puedo asociar esto con los seis pacientes con alucinaciones que describe el doctor Mainstrom.
Pero si no es una trampa de mi mente, si es verdad (que es lo que creo), me doy cuenta que tiene razón. Su mensaje fue claro: ¿qué sentido tiene salvarlos si estaremos solos?
El universo no admite errores ni paradojas. Creemos saber más de lo que sabemos. El chancho se autoproclamó como “la falla”. Yo no estoy seguro de eso.
Y tal vez tampoco esté seguro sobre el acortamiento de las distancias en al amor. Es necesario acortar esas distancias, aún cuando el amor sí esté lleno de ausencias. El problema es cuando, acercados los caminos, la ausencia es inevitable. Tal vez eso quiso decirme mi amigo, y eso tal vez signifique amar y no ser amado. Si estamos solos, entonces amaremos a un recuerdo, y los recuerdos, al igual que el universo, es fama, no aman a nadie. Es una reflexión innecesaria, lo sé, sólo que me inquieta el mensaje del chancho.
Por lo demás, mientras escribo esto, la fiebre y el dolor me vencen. Creo que es hora de asumir mi propia ausencia y entender que este que soy, ya no será más que un recuerdo. Es obvio que la plaga no ha tardado en mutar: como lo suponíamos el tiempo se ha acortado y ya ha a llegado a los hombres. La ausencia ha llegado, pero no el amor. Lo inevitable es un hecho; ilusión o no, el chancho tenía razón.
La plaga está aquí, y yo soy uno de los primeros de los últimos.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

uno trata tantas veces de salvar algo porque cree que es lo correcto, cuando realmente lo que uno debe hacer es dejarlo ser y que sea lo que tenga que ser, a veces eso no incluye salvarlo, a veces si.
en el amor, como en la vida, parece que no manejamos nuestros destinos, somos victimas de una serie de "casualidades", usted cree que existen d'onofrio? yo creo que no, todo pasa por algo: asi sea la desaparición de los chanchos, o del amor.

RocanLoveR dijo...

Dicen que el secreto está en "dejar fluir", los hechos, el amor, no quiero decir todo o la vida, porque supongo que así seríamos meros espectadores de nuestra propia existencia, o quedaríamos sujetos a las circunstancias y no interactuaríamos en nuestro propio destino, ese destino que se hace cada dia y no está "pre-escrito"(?).

Cabe destacar el mensaje del chancho: "Es necesario acortar esas distancias, aún cuando el amor sí esté lleno de ausencias. El problema es cuando aún acercados los caminos, la ausencia es inevitable." Coincido totalmente y aseguro que es la mayor causa del sufrimiento amoroso en todos los niveles en que éste se desarrolle. Ésta ausencia se me figura como un vínculo vacío.

Finalmente quisiera resaltar tus propias palabras, esas mismas que me llegaron profundamente: "uno trata tantas veces de salvar algo porque cree que es lo correcto."
Sí, de esa manera quizá tratemos de forjar nuestro destino no el que creamos correcto, sino el que deseamos para nosotros, como seres apegados a objetos, circunstancias, personas, a nuestros propios sueños, a nuestra propia vida idealizada en la mente de cada uno... andamos por la vida, forzando un destino cuando quizá debamos simplemente disfrutar de lo que la vida misma nos da.

Creo que en algún punto me contradigo, pero creo que mi propia existencia está llena de contradicciones y al márgen de toda cuestión me aferro a la idea de que puedo dejar fluir la vida por mis venas y dejarme ser, en libertad.

Gracias Marce por la mención, gracias por tus consejos, gracias por estar, vos sabés a lo que me refiero.

Hermoso post, hermosa reflexión, y aunque hoy me cueste sentir esto, no voy a dejar de creer que LA VIDA ES BELLA, A PESAR DE SUS PESARES.

Un gran abrazo!

Anónimo dijo...

Lo que pueda opinar ya creo que lo sabes, despues de mil y un charlas que tuvimos con respecto a todos los temas que encerraste en este excelente relato.
Desde enfermedades y filosofia, hasta el amor y el olvido, creo que hablamos largo y tendido (me salió un versito).
El relato como te dije esta barbaro, realmente lo lei entero y es atrapante, asi que no te preocupes si quedo algo largo por estar posteado en el blog, porque cada parrafo te da las ganas de seguir leyendo.

Bueno che, te mando un abrazo y nos andamos viendo!!!