jueves, marzo 08, 2007

ILUMINACIÓN

Es tan grande el aburrimiento que me invade. Dicen que las personas que nunca tuvieron límites, con el paso del tiempo se frustran ya que no encuentran cosas emocionantes. Me acerco a eso. Todo me parece lo mismo. No encuentro nada que pueda hacer y me aburro con muchísima facilidad. No puedo estar quieto y a la vez no hago nada. Empiezo veinte cosas en un día y las largo. En un momento, ya harto de trepar en la nada, salí a la calle y me metí en un quiosco. Le dije a la quiosquera (que la conozco) que no tenía ganas de volver a mi casa, pero tampoco tenía adonde ir, así que me quedé hablando con ella. Volver a mi casa era convertirme en una bomba de tiempo porque los nervios estaban cruzando cables que de hacer contacto me quedo fuliminado (he imaginado millones de veces que me da un shock mental y quedo inoperante para toda la procesión).
Entonces me quedé en el quoisco hablando de cosas superficiales que son las que te bajan a la tierra o te devuelven la calma (o sea, no es aconsejable hablarle a un tipo que está al borde de un ataque, del poco respeto y las malas interpretaciones que hay por el código procesal civil). Y hablando y hablando entró una mujer que parecía estar peor que yo, pero sedada. Ella también conocía a la quiosquera pero yo no lo sabía. Entró fumando y eso me llamó la atención porque no se fue en el momento, si no que terminó el cigarro ahí adentro y yo me siento el único estupido que no fuma en los lugares donde no se puede. Compró más cigarrillos y se quería comprar una cepita o algo así y preguntó si era energizante. Yo contesté (me meto en todo, todo el tiempo) que sí, pero que poseía una fórmula para atraer al sexo opuesto. A la señora le dio gracia y lo compró. La gente seguía entrando, compraban sus cosas y ese quiosco es particular porque los que entran tardan mucho en salir, se quedan mirando, hablando, así que se hizo un público; y donde hay público a mi juego me han llamado.
La señora intercambia unas palabras con la quiosquera y su madre, que recién entraba, luego me mira y pregunta si tenía razón. Yo no había escuchado lo que hablaba, tal vez distraido por los chocolatines, entonces le dije que sí, que estaba en lo cierto. La mujer replicó, de manera inexplicable, que yo tenía cara de inteligente (cosa que le dicen a la gente que tiene cara de estúpido y para no ser tan directos y crueles nos dicen inteligentes), adjetivo que negué de inmediato y le dije que yo era un mentalista y tal vez por eso confundía mi rostro con el de una persona inteligente.
La señora no creyó mis palabras y pasé a los hechos. Le expliqué que me dedique al mentalismo durante cinco años pero que la energía era tan fuerte que tuve que dejar la profesión. Yo pensaba que se iba a reir, pero al ver que empezó a tomarme en serio decidí seguir con la parodia. Me puse serio y le hice dos preguntas. Expilqué que las personas tienemos un aura y mi habilidad es leerla, que allí están todos los misterios del ser humano. Le hice un perfil astrológico y hasta le adiviné unas cosas y parte de su personalidad. La mujer estaba encantada. Una chica entró y mientras escuchaba se reía muchísimo. Me miraba (mi paciente estaba de perfil al mostrador) y yo le hacía a la mina un gesto de "¿ves que gracioso soy y le hago creer a esta señora que soy adivino?".
Entró otra chica más, a la que nunca había visto y me enteré que trabaja a media cuadra, que se divirtió y me siguió el tren del chiste. La señora víctima de mi humor decía que tenía razón en todo lo que yo veía en su aura. Se fue contentísima previo agradecimiento y le dije: "vaya nomás, cuando la vuelva a ver le voy a decir muchas cosas más". La quiosquera rompió en carcajadas y confesó que no podía aguantar más. La madre de la quiosquera se quedó callada un rato en seriedad y me dijo algo que todavía me retumba: "Vos podés hacer lo que sea. Le hacés creer a la gente cualquier cosa. Por eso hay tantas estafas y esas cosas. Podrías trabajar de chanta" Contesté con un chiste del tipo "me faltaba lo del trabajo; tantos años de atorrante sin cobrar un peso"
Pero me lo dijo en serio y me dejó pensando bastante.
Es verdad que tengo facilidad para inventar una situación y usarla a favor, pero es verdad que mucha gente también la tiene y la usa para cualquier cosa. Muchos somos los que podemos enseriarnos y lograr convencer a las personas. Y no es un problema de ignorancia como se ha dicho tantas veces. Es más, soy bastante excéptico sobre esos asuntos, sobre las subculturas que creen todo lo que se les dice. Nadie le puede decir a nadie:"usted va a creer en esto" porque te dan una patada. Muchas veces uno cree lo que quiere creer o inclusive lo que puede.
Y entonces si tengo el don...¿Por qué no?
Me voy a hacer actor.

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