miércoles, octubre 28, 2009

LA LEGIÓN DE LOS HOMBRES QUE CORREN

"La Clave de la Biblioteca"

En una de las páginas incompletas del diario de Virginia Dupont encontré una pista clave: “Varios datos y testimonios de Los Hombres que Corren se encuentran en la Biblioteca del Ministerio de Educación. Quizás parecen pelear solos, pero la causa es noble. Allí está la verdad”.
Confieso que cada pista, cada hoja del diario que llega hasta mí, me genera desconfianza. Al fin y al cabo aún no sé si las copias son exactas, apócrifas o inventos; pero admito, también, que no puedo dejar de seguir esas pistas.
Llegué a la Biblioteca con los supuestos originales y copias del diario y allí trabajé varias horas intentando darle un orden a todo lo que está escrito. Las fechas son confusas (algunas dicen 1975, otras 1998), pero también he logrado reconstruir párrafos que coinciden entre todas esas infidencias. Es un trabajo muy difícil. Por ejemplo: una página fechada el 30 de noviembre de 1986 dice “La historia de Los Hombres que Corren es una metáfora del mundo de las ideas de Platón”. Otra hoja, con la misma fecha dice “ (...) Creo que el mundo es un lugar mejor desde que sé que la Legión de Los Hombres que Corren asisten a todo aquel que lo necesite”. Insisto: es un trabajo muy arduo llegar a la verdad.
Luego de pasar en limpio algunos párrafos que sí coinciden (a veces creo que yo también invento un nuevo diario, igual como han hecho otros), decidí buscar el supuesto documento que esclarece la existencia de Los Hombres que Corren.
“Quizás parecen pelear solos, pero la causa es noble” escribió supuestamente Virginia. Recorrí los estantes buscando (o esperando por arte de magia) una señal. Me di cuenta de que el secreto estaba en El Quijote. Revisé todas las ediciones y al fin encontré, en una copia muy maltrecha, doblados, los papeles que buscaba. Me felicité por haber adivinado la pista y volví a mi escritorio a revisar esos papeles uno por uno. Al principio fue esperanzador –quizás por el entusiasmo de encontrar la clave- pero también porque todo lo que estaba escrito en esas hojas del diario parecían datos coherentes, sin tantas contradicciones, casi verosímiles; incluso llegué a pensar que podrían ser originales y no copias.
Allí había nombres, intervenciones relatadas con lujo de detalles y, lo más importante, datos muy concretos sobre Gustavo Dugan. En un párrafo dice “Gustavo siente que la tarea es infructuosa. Está muy desanimado. Estoy segura, si esto sigue así, de que Los Hombres que Corren pronto desaparecerán, o al menos Gustavo ya no será uno de ellos”. ¿Por qué Dugan abandonaría a La Legión? ¿Por qué advirtió que la tarea era infructuosa tan tarde, cuando desde el comienzo se evidenciaba como algo imposible?
Decidí volver a casa y unir datos para, de una vez, encontrarme con Dugan, o al menos con alguno de sus amigos (no guardo ninguna esperanza de conocer a Dupont...confieso que a esta altura de la investigación, si Virginia no llegara a existir, me dolería muchísimo).
Tenía que llevarme esas hojas, pero entendí que no me pertenecían, que no soy dueño de la historia de Los Hombres que Corren, ni de la vida de Dugan, y mucho menos de la intimidad de Virginia Dupont. Elegí la solución más conveniente: fotocopiar las nuevas páginas del diario y dejar los originales en el mismo libro donde estaban escondidos.
Mientras esperaba las copias, ordenando mis papeles, noté que el empleado de la Biblioteca encargado de las fotocopias me miraba con sorna.
- ¿Cuánto le debo?- pregunté.
- Dos pesos.
Mientras le pagaba, el hombre dijo:
- ¿Usted también está con eso de los que corren?- La pregunta me desconcertó. – Todos los años vienen a buscar esas cosas...se ve que hay varias hojas aquí aparte de las que usted encontró.
- ¿Y dónde están?
- ¡Vaya a saber! Yo sólo saco copias, pero hágame caso, usted está perdiendo dos pesos y el tiempo.
- ¿Por qué?- pregunté ya por reflejo.
- Porque esa chica del diario no existe.
No supe cómo replicar. ¿Por qué ese hombre conocía la historia? Y peor, ¿por qué afirmaba que Virginia no existe? No pude más que preguntar con desconfianza:
- ¿Cómo lo sabe?
- Me lo dijo un tal Dugan.
Quedé paralizado. Por primera vez alguien admitía haber conocido a Gustavo Dugan y esa persona estaba frente a mí. Aquí podría empezar a dilucidarse el misterio.
- ¿Usted conoce a Dugan?
- Solía venir. Pero discúlpeme, tengo que guardar unos archivos- dijo y desapareció por un pasillo.
No sabía si creerle o no. Quizás era un truco de Dugan para no revelar el secreto de La Legión de los Hombres que Corren; pero si fuera así, él mismo hubiera destruido las pistas guardadas en la Biblioteca. O quizás fueron sembradas por él mismo. O tal vez uno de los de los falsificadores se había hecho pasar por Dugan para seguir difundiendo pistas falsas.
Lo único cierto es que una clave empezaba a aparecer, sólo había que seguir las señales; pero como sabemos, las señales pueden ser perfectas trampas. O mejor dicho: toda señal mal interpretada puede ser fatal.

3 comentarios:

B dijo...

como me gustaría ver algún día una entrevista en la que presentes el libro. Es un sueño que tengo.

Marce D´Onofrio dijo...

¡Qué sueño modesto! Yo soñaría otras cosas más grandes, así que te agradezco ser parte de ese sueño. Yo sueño que me entrevistan y el tipo me pregunta "¿si Argentinos jr se viera en dificultades, usted saldría a respaldar a la dirigencia?" Y ahí, con mi mejor cara de piedra diría "sí, por supuesto", desconocendo completamente a la dirigencia del cuadro, del cual ni soy hincha.
Un beso grande Blanc. Gracias por el comentario, es una alegría.

Blanc// dijo...

lo sabías: sólo te lo recuerdo