miércoles, octubre 07, 2009

ESA COSA LLAMADA PATRIA

Cualquiera que tenga más de veinte años no tendrá que hacer mucho esfuerzo para recordar haber escuchado alguna vez el inicio de la frase “en este país lo que hace falta...” seguida de cualquier cosa, desde “hace falta un dictador” a un “deberían gobernar extraterrestres”. Depende la ideología de cada uno, la variación puede ser notable, pero en el fondo parece no haber diferencia en la conclusión. Lo que esconden las opiniones es un deseo de la vuelta del pasado. No importa cuál pasado, sólo el pasado. Sin embargo, la frase “en este país hace falta...” existe desde siempre. Parece que antes que país hubo pasado. Tal vez nadie haya visto tiempos mejores, pero muchos creen recordarlo.
La pregunta es: ¿cuál es la discusión?
La respuesta más evidente debería ser qué clase de país queremos. Pero la discusión se esconde en opiniones sofistas, mal llevadas, sin criterio, sin análisis.
Al dar una opinión se deja ver qué clase de país queremos.
Hágase el siguiente experimento: siéntese el lector en un bar con gente, incluso desconocida, y deslice muy suavemente una opinión favorable sobre alguna decisión gubernamental; cualquiera, la que usted elija. Notará el lector que muy pronto tendrá mucha gente en contra, incluso descalificándolo, no sólo en sus argumentos, si no como persona. No hay forma de discutir qué clase de país se quiere sin opiniones, allí parecen estar los argumentos.
Entonces viene una segunda pregunta: ¿queremos un país? Y algo peor: ¿Nos interesa tener una República?
Cuando alguien dice “Yo no creo en los políticos” está diciendo, de un modo muy sencillo “que cada uno haga lo que quiera”. Esa forma de pensamiento es como mínimo, peligrosa.
Pongamos un ejemplo: si usted dice “estoy de acuerdo con la intervención del Estado en las empresas, con una regulación justa”, alguien (nunca falta un comedido) le dirá “el Estado es ladrón”. “El Estado es ladrón” significa “estoy de acuerdo con el neoliberalismo”.
¿El Estado es más ladrón que una empresa sin reglas ni regulaciones? Quizás a muchos les gusta que les roben personas de dinero, con cierta elegancia para el maltrato, con el miedo que genera el poder. Para algunos es mucho más digno ser robado por un empresario que por un político. El argentino promedio le teme al empresario, agacha la cabeza, lo deja robar, porque en el fondo anhela ser ,también, un día ese hombre indigno. El argentino promedio repite lo que escucha en los medios aun cuando las opiniones mediáticas no tienen ningún fundamento claro, pero prefiere seguir la opinión de un periodista que tiene cara de serio, que a lo sumo trabaja para jefes invisibles (también empresarios como los que desea ser), antes que seguir la opinión de alguien que se ha tomado el trabajo, por ejemplo, de estudiar, de reflexionar, de unir conocimientos, de elaborar ideas.
Vamos más lejos: diga usted en público “la nacionalización de la transmisión de los partidos de fútbol me parece correcta”. Alguien contestará “¿por qué no usan esa plata para otra cosa?”. Por más que usted argumente que ese dinero se recuperará con creces en un año, y que será dinero del Estado, le explicarán que hay prioridades, antes que el fútbol (eso sí, el Boca-River, no se lo van a perder, aun cuando estén en total desacuerdo con esa medida). Aquí caben dos conclusiones y una trampa.
Empecemos por la trampa. Deberemos utilizar una mentira piadosa: diga que en Brasil también se tomó esta medida del fútbol. Notará usted que en seguida le dirán “Brasil es otra cosa, allá se planifica”.
Primera conclusión: si ésta, o cualquier otra medida, se implementara en Brasil o en cualquier país tomado como “país serio”, sería una medida de planificación hacia el futuro. Si se hace en Argentina es un mamarracho comunista, que excede todos los límites, sin reglas que asustan a los inversores extranjeros, que vienen a poner tan generosamente su dinero. ¿No es notable la diferencia? Parece que en Brasil la corrupción no es ostensible, y aunque lo fuera (que lo es, y mucho), allí piensan las cosas, no como aquí que no se respetan los contratos, y les sacan a los pobres empresarios, víctimas de los gobernantes, su pobre derecho de transmitir un miserable e inocente partido de fútbol. Se rumorea que algunos han llegado a ver a empresarios, dueños de medios, compungidos, secándose las lágrimas con un billete de diez pesos (ya no son tiempos de derroche, antes podían hacerlo con un billete de cien).

Segunda conclusión: si ante cada cosa que se hace, se pone el hambre adelante (“con esa plata que hagan otra cosa”), estaríamos impedidos de tomar cualquier medida. Sencillamente no podría hacerse nada.
Lo más curioso es que mucha gente que usa este argumento del hambre, ve con malos ojos los comedores subvencionados por el Estado (“que generen trabajo” dicen; algo muy difícil si no hay arcas en el Estado que se logran, oh casualidad, con inversiones como por ejemplo, la televisación del fútbol).

Insisto: ¿Qué país queremos? ¿Queremos ser España que últimamente maltrata a los argentinos casi con perversión? ¿Queremos ser la izquierda inteligente y con secretas aspiraciones burguesas? ¿Queremos ser un país agro exportador para siempre? ¿Queremos represión de la derecha decadente y golpista? ¿Queremos un país de izquierda y derecha pero de ambas facciones pensantes e inteligentes? ¿Queremos al Estado o a las empresas? Decidamos de una vez, y dejemos la mentira de lado.

Vemos con insistencia que la gente que se va del país, despotrica contra la Patria. Dicen que el país los echó. Eso es válido en época de dictadura, pero no tenemos derecho, en democracia, a jactarnos de tal cosa. E incluso en dictadura, parafraseando a Luis Brandoni en Made in Argentina “a nosotros nos echaron un grupo de facinerosos, no el país”.

El que se va y critica, cree que él es el país. Que su conducta individual, para él heroica, salvará el destino de la Patria. Noten la diferencia: el General José de San Martín, máximo prócer de la Historia Argentina, Generalísimo de la República del Perú y fundador de su libertad, Capitán General de la de Chile, y Brigadier General de la Confederación Argentina , murió en el exilio lamentando no haber podido volver a nuestra tierra. Rivadavia, en cambio, pidió no ser enterrado en el país. Claras diferencias.

Un aspecto más de San Martín: él estaba en contra de Rosas, pero gracias a la defensa contra los ingleses, San Martín lega en su testamento: “El sable que me ha acompañado en toda la Guerra de la Independencia de la América del Sud, le será entregado al General de la República Argentina Don Juan Manuel de Rosas, como una prueba de la satisfacción, que como Argentino he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los Extranjeros que tratan de humillarla”.

Luego en el cuarto punto del testamento pide que su corazón sea depositado en Buenos Aires.

Patriotismo que excede las diferencias. El bien común.

Años después, argentinos en todo el mundo despotrican contra el país, argentinos en Argentina también despotrican contra el país, y hasta puede escucharse “si lo ingleses hubieran logrado la invasión estaríamos mejor”.

Vuelven las preguntas iniciales:
¿Qué país queremos?
¿Queremos un país?

Antonio Carrizo una vez definió a la Patria como el lugar en donde enterramos a nuestros seres queridos.
En todo el individualismo, el egoísmo que puede inferirse en las opiniones, la Patria se hace borrosa, y en ese egoísmo parece advertirse que la Patria se va convirtiendo en uno y sus penas; uno y sus anhelos y frustraciones. Parece que el país no es un bien común, si no la percepción de cada uno y sus intereses.

Ojalá me equivoque y el país sea mucho más que un mínimo grupo de individualidades.

7 comentarios:

Guillermina dijo...

Yo quiero un pais pintado de rosa. Se podrá o vos decís que me van a putear los tacheros?

B dijo...

"mi patria es el mundo"


no, no me hagas caso, es efecto de un narcótico período hippie tardío.

Marce D´Onofrio dijo...

Guillermina:
Depende qué taxista, ¿no?. Yo conocí a uno que sí, era proclive a los insultos, así que sí, te insultaría.
Igual, yo también pintaría el país de Rosa(s). Gracias por comentar. Es siempre un placer tenerte por aquí.

Un beso muy grande.

Blanc:
Creo que esa frase es la antítesis de mi forma de ser. Mi patria es aquí y me da orgullo. Se usa ahora esa frase, muchísimo. Para los griegos, el destierro era la peor condena...imaginate la indignación que tendría Sócrates ante esos giles que van a Barcelona y hablan con acento español a los tres días (aparte, para Europa, Franciae Italia -pero es una opinión muy mía y media arbitraria).

Sobre los narcóticos del período hippie tardío, casi no los conozco...de hecho creo que nunca conocí un hippie (sí, estoy casa día más facho. Hay una parte mía que se convierte en Pappo, y tengo ganas de golpear y veo como los sandwiches de miga vienen hacia mí...pero eso es otra cosa).

Un beso enorme, gracias por estar aquí.

B dijo...

vos tenés peor efecto narcótico que yo!!!!

eso d eque los sandwiches de miga vayan hacia vos!!!!

estás hablando del faaasooo!!!!!

Adriana Menendez dijo...

ay, d'onofrio, si sigue pensando tanto van a empezar a decir que es medio zurdito!! encima habla de rosas!!
ahora en serio, un gusto leer algo así (con lo que estoy de acuerdo en un 90%, y me dejo un 10 para mí de jodida no más) cuando la red, y en general la sociedad toda, está cada vez más llena de boludeces.
beso grande.
pd: me mató el recuerdo de los sandwiches de miga de pappo.

Adriana Menendez dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Marce D´Onofrio dijo...

Adriana:
Querida Adriana, qué placer verte aquí.
Te agradezco muchísimo el comentario. Es cierto que se están viendo muchas cosas raras en internet, en televisión, en todos lados; francamente no intento salvar eso porque mi capacidad es limitadísima, pero no tenía ganas, ante tantas críticas sobre todas las cosas, de seguir callado y no peidir, aunque sea desde aquí, una definición, un debate sobre de qué lado queremos estar, si del Estado o de las empresas, y a partir de allí aguantarse lo que venga.
Así que te agradezco lo que decís.

Un beso muy grande.

PD: Pappo y sus sandwiches son inmortales.