viernes, julio 10, 2009

ENTRE ESTRELLAS Y GALAXIAS

No sé hasta que punto estaré loco o será que nací cansado, pero mientras más aprendo del universo, menos sentido tiene todo en mi vida.
Trataré de ordenar lo que digo. Me gusta mucho el programa “El Universo” que conduce Pancho Ibáñez en canal 7, y allí se van mostrando cosas que son aterradoras. El programa es bueno, creo que está hecho en Estados Unidos, pero quizás faltan las opiniones de algunos científicos ingleses. Por suerte Pancho Ibáñez, entre bloque y bloque, da algún dato extra, como cuando contó quién fue Edwin Hubble (alguno recordará el cuento publicado aquí de “La Legión de los Hombres que Corren” donde el argumento está basado en la Ley de Hubble). Pero el dato central es este: siempre dan a entender que todo va a estallar en mil pedazos.

Por ejemplo: dentro de dos mil millones de años esta galaxia va a chocar, indefectiblemente, con la galaxia Andrómeda. No se sabe bien qué va a pasar ahí, si la Vía Láctea va a absorber el choque o si será una desgracia total.
Muy bien, supongamos que no pasa nada. Cambiaría para siempre la visión del cielo, se advertirían las densidades del espacio, y así. Pero, como si la vida no estuviera llena de desgracias, en cinco mil millones de años el sol va a reventar y chau pinela.
Lo triste de todo esto es que para cuando choquen las galaxias, la vida terrestre será un recuerdo de los marcianos (aunque yo creo que no hay vida en ningún lado, y que la vida en la Tierra es pura casualidad). ¡No va a haber nadie! Ni libros, ni películas, ni nada.

Entonces cada vez todo me importa menos. Ya de por sí morirse es una porquería, y lo quieren consolar a uno con que “será inmortal en el recuerdo de los seres queridos” o “en la obra que uno deje”, o “los hijos”. “¿A quién quieren engañar con eso?” decía Bioy. Yo quiero ser yo. ¡Y ni hablar si la reencarnación fuera real! ¡Vivir mil veces y no recordar nada! ¿Qué sentido tiene eso? Es como convertirse en el rey de Portugal mientras uno duerme, y cuando despierta no se acuerda la metamorfosis: es un cambio completamente inútil. Bueno, todo es así. No hay posibilidad de ver reventar el mundo, ni de ser inmortal, ni nada.
Claro, alguno dirá: “eh, pero eso no es excusa para no hacer nada”. Y yo contesto: sí, sí es excusa. Si al final no habrá nada. No habrá ni siquiera recuerdos. Es muy triste.

Pero es cierto también que durante la vida pasan cosas que nos emocionan, que nos enriquecen, que nos alegran, nos ponen tristes...podemos hablar, estudiar, pensar, ¡enamorarnos!
A mí no me dan ni ganas de creer en el amor. Quizás ya no me interesa ni enamorarme; pero admito que de eso se trata. El amor es el universo. Cada enamoramiento es una nueva galaxia, y cada final es el la explosión del sol.

Y voy a aprovechar para contar una cosa. Me he pasado la vida mirando el cielo y de muchacho me enteré que las estrellas no están ahí, que ni siquiera están. Y de grande me enteré que la luna no está donde la vemos, por la curvatura de la luz. Está en otro lado.

Es una linda alegoría y la quiero aplicar para mí. Me pasé la vida siguiendo estrellas que yo creía ahí, y eran un reflejo de algo que ya había pasado. Pero cada tanto uno se encuentra con una estrella que sí está; que sí era un reflejo lejano, pero existente. Y si se tiene mucha suerte, también puede dar con otra estrella que también existe, o quizás con una nueva galaxia. Habrá que viajar mucho, años luz, pero ahí están, reflejando una luz, que aunque confusa, hacen que el azar parezca un poco favorable y el universo no tan frío ni eterno, y mucho menos triste.

2 comentarios:

Ant dijo...

Me gustó mucho lo que escribiste.
Pero como me quedé angustiada me voy rapidito...

Marce D´Onofrio dijo...

Sí, es angustiaste...pero es así. No hay con qué darle.
Gracias por pasar Doña Nadie por N.S.N, el blog de la mujer argentina (somos muy pocos los tipos aquí y no sé aún por qué)