jueves, abril 24, 2008

DESPERTAR DEL SUEÑO

Después de ver fotos, algunas ya bastante viejas, decidí irme a dormir. El cansancio me vencía. Preferí no leer nada. Durante varias noches el sueño había sido insoportable; soñaba cosas reales. Hechos que ocurrían en mi vida cotidiana. Esa sensación de fastidio, la de no poder dejar de lado la vida diaria aun ni en sueños, me provocó un estado de fatiga muy pronunciado. Calculo que a muchos les habrá sucedido. Cuando uno duerme pretende despegarse de algunos episodios, y soñar con ellos es sólo una prolongación del estado de vigilia. O al menos así parece.
La noche en que vi las fotos esa extraña condena de soñar la realidad se terminó. Soñé que me acostaba y me quedaba dormido. Inmediatamente desperté, aunque ya era de día.
La fatiga fue decayendo. Esa misma noche, envuelto en algunos recuerdos más, seguí mirando fotos viejas y algunas más cercanas en el tiempo. Noté esos cambios obvios que uno advierte cuando ve fotos. En algunas estaba más joven, en otras más viejos, pero casi no pude distinguir similitudes con este que soy hoy. No puedo precisar las diferencias.
Antes de acostarme me vi al espejo. Me descubrí más viejo. Supuse eso como algo normal: ya no era aquel de las fotos, los años habían pasado.
Me costó muchísimo dormirme. Empecé a recordar cosas, tal vez provocadas por las fotos. Me divertí acordándome de aventuras con amigos, de romances tempranos, de cartas nunca enviadas. Reconstruyendo una historia, casi como si fuera una película, me quedé dormido.
En esa historia yo recordaba encontrarme con una mujer. Éramos muy jóvenes los dos, adolescentes. Pude ver detalles precisos de ese encuentro. La calle, las puertas de los edificios, la gente alrededor y de un modo misterioso, el recuerdo exacto (con todas las trampas e inexactitudes de los recuerdos) los diálogos. Cuando me dormí seguí soñando esa historia, pero había allí partes nuevas; partes que nunca habían sucedido. Cuando me despedí de la chica, vuelvo a mi casa y veo fotos. Parecían ser las mismas que había estado viendo cuando estaba despierto. Luego me acuesto y me duermo. Allí, otra vez, vuelvo a despertar.

Sentí que pasaba lo mismo, la realidad se mezclaba con los sueños. Había soñado que miraba fotos, cosa que había hecho antes de dormir. Si bien no era algo para molestarse, me preocupó un poco.

Esa tarde tuve que viajar al Uruguay. El viaje fue de lo más insoportable, así que preferí pasar la mayor parte del tiempo cerca de la proa del barco para evitar el mayor contacto posible con los pasajeros. Luego de arreglar asuntos en Montevideo, volví esa misma noche a Buenos Aires. Esta vez tomé unos tragos en el bar del barco. Sentado allí me puse a ver a la gente. Para pasar el tiempo Empecé a pensar en sus vidas. Vi a una pareja y comencé a imaginar el comienzo del romance entre ellos. Un señor que iba de aquí para allá me hizo pensar que estaba en problemas económicos, y así con muchos de los compañeros de viaje. A todos les inventaba una historia.
Cuando llegué a mi casa tenía un mensaje en el contestador automático de la mujer con la que había soñado la noche anterior. Argumentaba que había llamado para saludar después de todo el tiempo que no nos habíamos visto y que sería agradable encontrarnos. Sentí una extraña felicidad: alguien a quien no veía hace años me había recordado y quería encontrarse conmigo. No es algo que me suceda mucho. De hecho, no me sucede nunca. Soy siempre olvidado, no recordado. Como ya era más tarde de medianoche, decidí llamarla al otro día. Tenía, como mínimo, que comentarle la coincidencia de haber soñado con ella unas horas antes.
Precavido por lo que había pasado las últimas noches, decidí no mirar ninguna foto. Prendí la televisión y al rato me quedé dormido.
Esa noche fue la peor. Soñé que viajaba a Montevideo; que inventaba historias de pasajeros, que una chica con la que había soñado me llamaba por teléfono, que me quedaba dormido. En ese momento, otra vez, volví a despertar.
Desesperado me vi al espejo y vi algo terrible: estaba más joven, como en varias de las fotos que había visto los días anteriores.
Era imposible entenderlo. Es más difícil aun explicarlo.

Cansado y confundido busqué mi agenda y llamé a mi amiga. Con una alegría rarísima dijo “¡Me estuve acordando de vos! Estaba por llamarte esta misma noche”. Contesté que había recibido su mensaje, pero negó haber hecho ese llamado. Fingí un error y dije que era yo el que iba a llamarla y que había equivocado la frase. La confusión era cada vez más grande. Le pedí vernos esa misma noche. Aceptó.

Cuando llegué a la cita yo estaba muy aturdido. La vi caminar hacia mí con una sonrisa. Estaba tan linda como hace años. Me abrazó y habló rápido. Apenas podía contestarle. Miré donde estábamos. Reconocí el lugar, la calle; las puertas de los edificios, la gente alrededor.
Presentí lo fatal de la situación.
Me fui casi sin saludar. Divagué sin sentido. No sabía adónde iba. Me costó encontrar mi casa, más por confusión que por torpeza.
Corrí al espejo y me vi. Estaba igual que siempre. Supe entonces que todo ya no era un sueño, si no una pesadilla. Quise encontrar la solución. Sabía que sería imposible dormir por mi estado alterado. Decidí tomar una pastilla para conciliar el sueño y me acosté. Empecé a recordar muchas cosas. Todas las cosas juntas, pero no se superponían. Acaso eran todos los momentos del universo. Acaso era simplemente yo.

Cuando me dormí, soñé que despertaba.

Supe entonces que soñaba que soñaba que soñaba
Y supe también, como han sabido muchos durante toda la Historia, que la realidad era sólo un sueño y el sueño una simple realidad, que a su vez es otro sueño.
¿Quién soñará con nuestras vidas? ¿Qué pasará cuando despierte? ¿Seguiremos siendo un sueño o sólo pasaremos a ser un recuerdo más?
¿Qué tanto existimos si nadie nos recuerda? O peor aun: ¿quién nos recuerda si no estamos seguros ni de ser un sueño?
¿Qué Dios soñará con nuestras vidas? ¿Qué Dios soñará con el Dios que sueña?
Como escribió alguna vez Borges “Dios mueve al jugador y éste la pieza. ¿Qué Dios, detrás de Dios la trama empieza, de polvo y tiempo y sueño y agonía?”

Por lo pronto sé, que de este sueño que empieza, termina, vuelve a empezar y despierta para seguir siendo soñado, no hay salida alguna.

1 comentario:

Nanu dijo...

Acaso tiene caso diferenciar el sueño de la realidad? A veces si a veces no.
De chica siempre pense que lo único que los diferenciaba era la materialidad de los objetos...y ese era el consuelo (o la agonia)... porque tocar, besar y abrazar no se cambia por nada, no?!