martes, febrero 19, 2008

LAS PUERTAS DEL MAPA

En 1899 Josiah Royce escribió una idea extraordinaria que intentaré transmitirla lo mejor posible: si alguien en Inglaterra emprendiera la tarea de dibujar en un terreno de ese país un mapa con cada detalle, cada rincón, cada recoveco, debería entonces incluir en ese mapa, un dibujo del mapa dibujado, que a su vez deberá incluir un mapa del mapa y así interminablemente. Esta idea del mapa incesante ha rondado en mi cabeza desde que me encontré con ese texto.
No es nuevo pensar que todo es una repetición de una repetición. Eso se ha escrito hace más de cien años y mientras algunos creen que han inventado la pólvora, Royce ya jugaba con la percepción de manera magistral.
Tampoco debe ser nuevo, tal vez, imaginar la propia vida como un mapa.
Si uno dibujara todos los sucesos de su vida, si acaso se pudieran dibujar, volver en gráficos todos aquellos episodios que nos han sucedido, crear un mapa de todas las emociones, recuerdos, esperanzas, ilusiones, desilusiones, de todo aquello que nos vuelven circunstancialmente las personas que somos, entonces deberíamos dibujarnos dibujando ese mapa. Y mejor aún, deberíamos dibujarnos teniendo la idea de graficarlo todo y luego la realización de la idea. Y dentro de ese mapa de ideas y sucesos, debemos una y otra vez incluirnos dibujando a nosotros mismos teniendo la idea de dibujar y luego hacerlo y así volveríamos a tener un mapa eterno.
En lo efímero de las cosas, aun de las vidas, algunas ideas se mantienen hasta el infinito.
Si uno pudiera pararse en el centro de su propia vida, rodeado de todo lo que le ha sucedido y todo aquello que no está pero estará en algún momento, incluso con la presencia de las ausencias, que ocupan un lugar desde el vacío, entonces la infinidad llegaría en forma de puertas.
Si uno cruzara la puerta que separa todo aquello que somos de lo que no, se encontraría con otra puerta, que da a otra puerta que a su vez conduce, indefectiblemente, a otra puerta.
Cada vida se diferencia por las puertas que cruza y por las que no.
Aquí, yo dibujo mapas incansablemente; mapas en donde aparecen otros mapas y donde hay puertas que conducen a puertas infinitas.
Por cada puerta abierta, hay otra cerrada. Cuando las puertas abiertas son interminables, las puertas cerradas también.
En cambio los mapas todo lo incluyen. Cualquier omisión podría ser intencional; pero en el caso de no querer olvidar nada, todo deberá ser incluido.
Si la vida fuera una región geográfica, existirían infinitas repeticiones. Si en esas repeticiones existieran puertas, todo sería eterno.
Así nos movemos, entre infinitas posibilidades, entre mapas incesantes y puertas que dan a otras puertas.
Quizás nos movemos, divagamos y cada tanto acertamos en la infinidad.
Tal vez ahí andamos. Tal vez.

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