martes, enero 30, 2007

RELFEXIONES

Hace días que estoy pasando por un estado emocional delicado, pero con mucha adrenalina en varios asuntos (ya sabés: tan bien, tan down, calambres en el alma y el trip en el bocho). Sin embargo puedo decir que estoy bastante bien. La últimas horas fueron de muchísima reflexión. Después de haber leido el ¿increible alcanza? homenaje de Fernanda a su mamá en Zorra Solitaria (el mejor blog del mundo), quedé sin palabras. Tuve muchas ganas de llorar y me di cuenta que jamás me había conmovido tanto con un escrito. Me quedé mucho tiempo en silencio después de haberlo leido. Pensándolo a la distancia me sentí como Borges cuando ve el Aleph. Pude ver en esas palabras muchas cosas que no podría describir, pero empecé a entender un poco más (o tal vez nada) al universo y a mi propia vida. Y uso esta contradicción, porque por cada luz encencida hay otra que se apaga. Un misterio revelado es otro que se inicia.
Pude verme a mí mismo en esas palabras porque entendí que las personas valoramos muy poco todo. Uno siempre lo sabe a eso, pero cuando alguien te hace llorar de emoción, cuando te dejan sin palabras, ahí es cuando el universo (implacable, generoso e indiferente) hace su entrada.
Yo, que personalmente soy un tipo lleno de miserias, de defectos incorregibles, mediocre, compadrito ante el cielo, arrepentido ante el estrado, lanzador de terceras piedras a primeros, impostor, mentiroso, un bobo que la va de genio y sabe que no lo es, un Salieri jugando a ser Mozart, y hasta a veces mal intencionado, comienzo a entender y a ver lo infinito en todo aquello que nos deja y nos duele.
Cuando escribí "La esfera de los espejos" (cuento que está por aquí, en este blog) sentí mucho orgullo. Tal vez porque fue lo único que hice bien, y aunque algunos amigos me expresaron su disconformidad ante el cuento por no ser muy claro, lo que intenté e intento decir (con mucha dificultad) es que nos demos, las personas, una oportunidad de mirar las cosas con otros ojos. Buscar el horizonte no es perder el tiempo. Es soñar. Yo quiero soñar aunque sepa que el precio de la vida, del amor, del desamor, de la noche, del día, de todo, es un precio altísimo. Yo quiero pagar ese precio, y lo hago todos los días.
Y así como hoy parezco Joyce diciendo cosas que juntas forman demasiada información, yo quiero ver la vida de otra forma, aunque eso implique que haya que verla todos los días de manera diferente.
No me alcanzan las palabras para explicar lo qué me pasa. Acaso ni siquira lo sé, pero creo que todos los días me acerco más a esos misterios. Descubriendo algunos, generando otros.
Y mientras tenga la suerte de poder sentir cada cosa, de poder sentarme frente al monitor y leer a Fernanda y reconocer su genialidad (genialidad verdadera, no la "sos un genia, capa". Si no una genialidad auténtica y bien entendida) y emocionarme o reirme o hacerme pensar con sus estupendos relatos. Mientras tenga la posibilidad de aprender cada día algo más, de ser un poco menos malo y más atorrante bueno, de mejorar, entonces voy a ser feliz. De a ratos muy cortos. Pero eso es la felicidad, un instante en la memoria.
Por eso, hoy me vi al espejo y sonreí. Vi como pasaron los años. Me vi con varias arrugas y juro que fui feliz. Porque cada arruga fue una sonrisa o un llanto que trajo luego otra sonrisa. Me arrugo de a poco porque pasan los años y eso ya es motivo suficiente para sonreir.

Y cuando cai me levanté...And I did in my way

(Gracias a todos los que vienen conmigo y los que ya pasaron, que siguen viniendo conmigo y sobre todo gracias a Zorra que me hace pensar tanto. Gracias de verdad)

1 comentario:

Anónimo dijo...

pone un link a ese blog loco