jueves, enero 25, 2007

PACTO ENTRE CABALLEROS (EN PLENO PARÍS)

Estaba hoy en la peluquería y me cortaba el pelo una chica que, supongo yo por el acento, era ucraniana. La verdad no lo sé, no le pregunté. Pero como era simpática nos pusimos a charlar. Yo iba al lugar con el proposito de hacerme un corte tipo Ronnie Wood en la época de los Faces, pero la mina me dijo: "yo te quiero hacer otra cosa, dejame a mí". Y me dejó hecho un señorito. Esto fue a la tarde, y cuando me corto el pelo es porque ando medio rayado. Cuando llegué a mi casa (sin mirar a nadie porque uno cree cuando sale de la peluquería que todo el mundo te mira), con el pelo cortísimo pero con el número de la peluquera, me dibujé en el brazo un tatuaje con el símbolo de "Viva Perón". Bajé a hacer unas cosas y pasé por el bar al que asisto frecuentemente (en la esquina) y recibí más de una puteada de parte de mozos y comensales por mi humorada. Ya por la noche cuando llegué de nuevo, saludé a un amigo que estaba sentado en el lugar anteriormente mencionado con otras personas a las que conozco y mi amigo (que tiene 61 años y más resistencia que todos mis amigos de mi edad juntos) andaba diciendo: "Este es el hermano menor y anda con un tatuaje que dice Viva Pampita". Claro, cuando te cortás el pelo, dicen que te hace más joven. Entonces en un histérico ataque de histeria, decidí afeitarme bien y cuando me vi al espejo me acordé de la época en que iba al colegio secundario y me obligaban a usar el pelo cortísimo. Y ahí, en ese túnel del tiempo mental resurge la historia que voy a contar a continuación:
Siempre parecí más grande. Al menos eso me dijeron toda la vida. Cuando era chico los adultos decían: "qué maduro es este nene, parece más grande". A lo que yo contestaba: "Señor, tengo 19 años". Fuera de ese chiste tonto, siempre me decían eso en serio.
Cuando tenía 16 o 17, hasta los 19, iba muy seguido al "Café París" en la calle Rodríguez Peña. Ahora hay una panchería o algo así. Pero en ese entonces el lugar estaba lleno de freaks, dealers y toda clase de personajes rarísimos. Charly García iba día por medio y una vez fue con un Marshall chiquito y una guitarra para escándalo de los mozos. Ahí creo que conocí a Javier (los que conozcan el mundo charlygarciriano saben de quién hablo) y ya después compartía noches con el flaco allí. De hecho, el mismo día que saltó del noveno piso, a la noche, de vuelta en Bs As, estuvimos ahí en el París y García estaba muy gentil y a las risotadas con Pipo Cipollatti leyendo el diario en donde daban cuenta de los eventos mendozinos (menos lo del noveno piso que había sido ese mismo día, y después le pegó al notero de Azul TV y después tiró una mesa del balcón (yo estaba ahí abajo con Javier cuando todo el circo ya estaba empezado) y luego a la noche estaba de lo más tranquilo leyendo el diario. Bueno, todo eso pasaba en el París y nunca me pedían D.N.I ya que daba cara de pibe más grande. Y siempre andaba con esos personajes.
La cosa es que una noche, en una salida con compañeros de colegio, yo haciéndome el canchero dije: "vamos al Café París que conozco al dueño" (mentira, nunca supe quien era el dueño, conocía al gerente) y allí fuimos.
No puedo recordar con exactitud quienes estábamos, pero sí recuerdo dos detalles: éramos cuatro y entre ellos estaba mi amigo Blanco que es un personaje único.
Ocupamos la mesa que estaba al lado de la puerta, que era incomodísima (si alguien conoció ese lugar se acordará) y teníamos muy, muy poca plata. La moza que nos atendió le preguntó a los otros dos si eran mayores y dijeron que sí. Les pidieron docuementos y mintieron que no los tenían. Entonces los dos únicos que podían ser atendidos éramos Blanco y yo (a mí no me pidieron documento por ser conocido y a Blanco porque está tan destruido como yo). Nos trajeron dos cervezas y entró Javier con dos minas y se fueron al piso de arriba. En eso entró un tipo y salió. Estos detalles son fáciles de recordar porque, insisto, estábamos al lado de la puerta y cuando alguien entraba era siempre con bochorno. Al rato, mientras manteniamos un debate sobre el giro copernicano (muy seguramente estábamos mirando el minerío, lejano e imposible) entra el mismo tipo de antes, se para en medio del bar (que estaba lleno) y grita: "Buenas noches". Al tiempo que decía esto, ya sospechará el lector, sacó un revólver. Creo que era una 45 tipo magnun, de caño largo, eso no me lo olvido. Como el barullo era grande, se da con Blanco, que estaba en frente mío, el siguiente diálogo:

-MD: (en voz baja) Blanco, no te des vuelta que están choreando.
-Blanco: ¿Qué?
MD: Qué no te des vuelta.
-Blanco: ¿Qué? (Blanco se da vuelta más que nada por mi cara y por el que estaba al lado mío) ¡Uy! ¡Están afanando!

Cuando amago con explicarle que no levante la voz, nos percatamos, pistola de por medio, que al lado, pegado a mí, estaba el otro ladrón que vigilaba la puerta. La intención era asaltar la caja, pero ya que había uno al lado de una mesa, no iban a desaprovechar la oportunidad. Si hubiera un top five de cosas raras, esto entra seguro: El tipo, apuntando muy tranquilamente, con la mano relajada (te das cuenta cuando alguien sabe disparar y usar armas y este algo sabía por la tranquilidad del movimiento), nos dice "pongan las billeteras arriba de la mesa". Lo que el pibe no sabía es que éramos los más pobres de todo el lugar. Si hubieran ido una mesa más adelante, capaz se llevaban algo, pero con nosotros iban a muerte.
Le explico, como en una película clase B, que no teníamos nada y el tipo replicó con que no nos creía. Entonces, para demostrar lo dicho, sacamos la plata. Juro que íbamos juntando las monedas arriba de la mesa, buscando en los peores rincones de los bolsillos. Capaz había dos billetes de dos pesos y un montón de monedas. En total había $7, 50, con lo cual alcanzaba para pagar las dos cervezas y dejar 50 centavos de propina.
En un momento (esto fue sublime) el tipo agarra los cuatro pesos en billetes y agarra unas monedas, nos mira y pone la guita de vuelta en la mesa y la acomoda con el fierro. ¡¡¡Le dimos lástima!!! En vez de pegarnos un tiro, de prepotearnos, nos devolvió la guita. Yo, impulsado por el miedo y el desconcierto, le pedí perdón y le expliqué que no habíamos salido con plata y el ladrón me dijo (casi con tono amistoso) "está bien, no pasa nada".
Se fueron y estaban todos consternados. Vino el gerente, trabo la puerta y me dijo: "No dejes entrar a nadie". Vino de casualidad una compañera de curso, Clarita, y le dije que no podía pasar, y así con varias personas. En el piso de arriba ni se enteraron. Luego, llegó la moza llorando a servirnos un tequila añejadísimo, de primera calidad, en compensación por el momento pasado (creyeron que nos habían robado) y la mina servía temblando por el susto y la angustia. En cuanto llegó la policía, dimos un trago largo y rajamos porque ya se sabe que donde hay menores, armas y alcohol, se arma la gorda.
Todo esto por mirarme al espejo y verme más joven y recordar esos días, que son como ahora, pero estos son mejores porque soy más grande, así que me hago una burla desde acá a mí mismo y me digo: "¿Viste logi? Vos creías que era todo tan tremendo...¡Y no nene! ¡Nooo!"

Siempre quise escribir esta historia de los ladrones, pero siempre lo postergaba. Uno malo y el otro bueno, que en vez de afanarle a unos pibes que tienen siete pesos con cincuenta, les devuelve la guita y les dice: "está bien, no pasa nada", y en vez de apuntar a la cabeza, te acomoda la guita. Eso me pasó una vez y espero que nunca más, pero quería homenajear, por decirlo de algún modo, a mi adolescencia que se fue (y que no vuelva jamás), a las noches en el Café París y a este ladrón bueno y simpático.
Y bueno, yo siempre cumplo pactos, cuando es entre caballeros...

3 comentarios:

Anónimo dijo...

D' Onofrio, siendo que compartimos la misma edad te entiendo. Yo nunca aparente mas de mi edad (salvo cuando me dejo barba y bigote a lo Julio Cortazara como para renegar que me empezo a salir bastante tarde) pero asi y todo cuando jovencito frecuentaba bares donde la gente era bastante mayor. De hecho iba yo con 18 y un amigo de 17, que todavia estaba en el colegio y tomabamos las cervezas y los tragos mas caros y charlabamos con todas las mozas y el barman y eramos amigos hasta del dueño, si yo llegue al dueño, no pare en el gerente. Nos guardaban nuesrta mesa siempre, que al pricipio era una chica apra dos persona pero a medidad que ibamos con mas getnte y le popularizamos el lugar nso cambiamos a una mas grande. Hasta me invitaron alc umpleaños del dueño una vez!! toda gente grande y yo que era un pendejo!! Nunca afanaron ahi, salvo cuando el cambio se fue a las nubes y compraralgo de tomar se volvio un robo a mano armada, decir que nunca era mi guita.
Lo que si, de niño me han llegado a decir, alguna vieja de mierda y pelotuda "ay sos como el mono que piensa" solo porque me gustaba sentarme a hablar de igual a igual con los mayores mas que con los de mi edad.
en fin, ahi tenes, no te cortes el pelo ni te afeites tanto qeu se te va a ver la cara!

Anónimo dijo...

ustedes entiedo que son jovenes, imaginense a una persona mayor como y, que cuento con 74 pirulos. Si tendre recuerdos, de todas maneras me identifico con el presente,lo resalto y lo destaco, eso de todo tiempo pasado fue mejor, mmm, no se lo cran jovenes.

Anónimo dijo...

Calculo que el caradura que firmo con esa triste parodia de mi apellido no es otro que el señor Gigi.
Pero me intención es contestarle a esta persona de 74 pirulos y decirle que en ningún momento se ha destacado aquí que todo tiempo pasado fue mejor. Al contrario. No hay nada más lejos en mi pensamiento que creer eso. Alguna vez pensé que el pasado era mejor, pero desperté bastante rápido de esa impostura. Si bien el tiempo es bastante circular, es tedioso volver y volver y vivir de recuerdos. Algunos episodios pueden ser vistos con simpatía, pero no mucho más que eso. Coincido totalmente con ese pensamiento suyo, señor o señora y arriesgaría a decir que todo tiempo pasado fue peor...para algo mejor está el futuro.