viernes, agosto 25, 2006

SONREIR PENSANDO EN ELLA

Supe que alguna vez fui un genio (un poco falso, pero genio al fin). Sé algunas otras cosas. Más me interesan aquellas qué no.
No es momento de enumerar nada. No es momento de enamorar tampoco. ¿o sí?
Hay algo en ese estado que me gusta, como a todo el mundo; y se convierte todo en El Divino Drama.
Horas y horas de fabulosa actuación, impostando la voz, sonriendo de más (aunque me dan ganas de reir) y eso, insisto, me gusta.
Debe haber algo en ese magnífico personaje que saca lo mejor. Quiero ser tragado por el papel. No salir jamás de la película. Cuando vuelvo al actor -sólo cuando la actriz principal regresa al trailer o a su mansión hollywoodense- me convierto en un tipo frío. Solo. Pensando en el futuro.
Hay puntos en común entre el actor y el personaje.
Creo, con un márgen de error, pero con profunda convicción, que aquellas cosas que traslucen en la oscuridad (nótese la contradicción), son las semejanzas entre la soledad y la exposición pública (permitame la vulgaridad de la expresión y su fingida simplesa).
Aquellas cosas que se actúan son las que mueren por vivir. Esas sonrisas sobrantes, no son más que gestos faciales que están esperando guardadas en la mente (sí, y en el alma) y que en verdad no exageran su cantidad, sólo sorprenden.
¿Quién sabe qué puede correr cien metros en quince segundos hasta no probarlo? Recuerdo una vez, cuando más joven, que tenía que rendir un examen físico y uno de los puntos era ese: correr cien metros en quince segundos. Iba leyendo esto en la calle y pensé qué era muy sencillo e intenté probármelo a mí mismo.
Grave error.
O no tanto, porque entendí que era imposible para mí esa distancia en ese tiempo. había subestimado el asunto.
¿Quién, entonces (poniendome en el imposible mejor y tentador lugar del hombre paradigma del mundo), podría afirmar qué no puede sonreir cien veces en quince segundos?
Haga el intento.
Tal vez no pueda. Pero es probable que sí pueda sonreir mil veces más en una noche. En una buena noche. Inclusive aun hasta en una mala noche. En esos momentos de soledad, pensando en aquel amor y las desventuras vividas, luego del mal recuerdo, es probable que exista una sonrisa. Debe existir una sonrisa.
El amor todo lo enmienda...y todo lo rompe.
Pero, no sé si tan inútilmente como mi exceptisismo me alerta, tal vez quiero quedarme con el primer pensamiento. Porque siento felicidad al pensar, ahora mismo, en aquellas personas queridas. Las que están y las que no.
¿Algo mejor que ver sonreir a aquellos qué queremos o la mina que nos gusta?
Sí.
Sonreir pensando en ella.

Estará usted lector, en un reflejo inteligente, de acuerdo conmigo (es sólo un recurso para resaltar el efecto obtenido en su mente y a la vez tapar mi inseguridad).
Ese es mi papel. Pero también mi vida. El personaje intenta robarle una sonrisa. En soledad, intento robármela a mí mismo.

D´Onofrio